Escuchar a tránsfugas, extorsionadores, desacreditadores, comerciantes de la palabra; entonar casi a diario la oración de el Padre Nuestro, oración suprema de la cristiandad, pretendiendo simular una caridad y bondad que no practican.
Causa en los ciudadanos la misma sensación que provocan los sacerdotes católicos pederastas y cundangos que son sorprendidos en sus delictivas actuaciones, a diferencia de éstos, los mafiosos continúan impunemente asesinando reputaciones y extorsionando personalidades, instituciones y empresas.
John Goodman / Desde La República Dominicana
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