Tribunal Constitucional. Foto: Acento.com.do
Nueva York.- Mi abuela, Tina Woods, llegó de Nevis con un barrigón y parió a Isabel, mi mamá, en un cañaveral del ingenio Quisqueya en noviembre de 1929. Los abuelos se mudaron al Ingenio Consuelo, donde Isabel se casó con papá, Joseph Malone, que también vino de Nevis a picar caña con 17 años.
Los cocolos sembramos y picamos caña, fabricamos el azúcar y la embarcamos, industrializamos éste país creando fortunas alucinantes para dueños y políticos corruptos que se robaron doce ingenios estatales.
Usando a los cocolos, Leonel Fernández montó una estafa cultural internacional. Declarar a los “Guloyas” como un “aporte dominicano” al patrimonio cultural mundial, es un gigantesco fraude intelectual. La danza no es dominicana, la bailan en las islas donde nació, y ellos no reclaman el crédito oportunista que reclamó Leonel.
Yo sentí que Leonel y su ministro cultural, Rafael Lantigua, profanaron las tumbas de mi abuela y demás cocolos, robándose los dientes de oro de las osamentas.
Ahora el Tribunal Constitucional de Leonel decide que los hijos de cocolos no somos dominicanos. ¿Cómo entonces nuestros “Guloyas” son un “aporte dominicano” al patrimonio cultural mundial? Esa esotérica sentencia cambia hasta el estatus político de los muertos, mamá murió como dominicana.
Tendremos que tributar para “rectificar” su defunción y nuestras actas de nacimientos. Quizá nos multarán por usar ilegalmente la dominicanidad, y nos cobren retroactivos impuestos de extranjería.
¿Anularán todas las elecciones donde contaron nuestros votos ilegales? Nuestra “élite del pensamiento jurídico” enloqueció, “corregirán el pasado”, ¡ni Dios hace eso! Esa megalomanía es peligrosa.
Trujillo y Hitler, con poder absoluto manipulando la ignorancia y un nacionalismo fanatizado, cometieron aquellas atrocidades. Tenemos un grupúsculo de neotrujillistas- neonazis disfrazados de nacionalistas liberales con poder absoluto, promoviendo marchas anti-haitianas, habrán linchamientos, y sus respuestas, son pirómanos políticos preparando una gran parranda.
J. C. Malone
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