La cuestión es que los 33 millones que se anunció que había costado el delirium tremens que han colocado en la intersección de la Lincoln con la Kennedy, habría solucionado algún problema al viejo Zoo, (incluso a sus lechuzas) si el interés municipal era tener un bestiario en condiciones en la Capital Americana de la Cultura. Pero no, lo que vale pena cuidar "se la busca" para salir adelante, y se apela como siempre a la generosidad del ciudadano y no a la obligación de las autoridades para sostenerse. No hay nada mejor visto que una recaudación de fondos con fines benéficos, aunque así se esconda la incapacidad gubernamental de organizar las cosas.
Mientras, la obra urbana más prescindible de la historia republicana (hablamos de todo el continente) se lleva 33 millones de nuestros impuestos.
Es un horror estético, pero es peor su inadecuación urbanística; que el alcalde quiera cerrar su campaña electoral ahí no es más que una extraña demostración de su carácter. (Porque nos resistimos a creer que sea una prueba de su sentido estético.)
Inés Aizpún
AM.
Diario Libre
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