A la muerte del estudiante Willy Florián Ramírez en el campus de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) se agrega la de la profesora Ángela Moquete Méndez, quien falleció ayer tras ser herida de bala por dos agentes vestidos de civil que dispararon contra vecinos que protestaban por la escasez de agua en Barahona. Ya suman 41 los muertos por la Policía desde el 16 de agosto, aunque desde mucho antes, esa institución aplica la política de gatillo alegre.
Florián Ramírez fue ultimado de un balazo en el tórax disparado por un raso de la Policía, a pesar de que el contingente que acudió a sofocar un disturbio en el recinto universitario tenía instrucciones de no usar armas letales contra los manifestantes. Un tipo de negligencia inexplicable, cercano a la complicidad.
Los dos agentes que hirieron de muerte a la profesora Moquete Méndez dispararon a mansalva contra gente indefensa, por lo que el alegato del jefe de la Policía, José Armando Polanco Gómez, de que los miembros de esa institución han sido instruidos para no usar armas letales es pura fantasía.
La verdad es que por las 41 personas ultimadas en menos de tres meses, lo que prevalece en la Policía es la moda del gatillo alegre, basada en que cualquier uniformado se cree con derecho de matar, asesinar sin que purgue cárcel por sus crímenes, que sus superiores justifican con el baladí y deteriorado argumento de los intercambios de disparos.
Con el uso sistemático y desproporcionado de la violencia y el abuso, la Policía infunde temor pero no respeto entre la población, en cuyo seno se consolida la percepción de que no pocas veces delincuentes están a cargo de perseguir a delincuentes.
¿Cómo es posible que un agente del orden dispare a matar hacia una multitud que reclama el servicio de agua? ¿Cómo explicar que en propias narices de los oficiales a cargo de un operativo para contener a manifestantes, agentes disparen repetidas veces contra blancos civiles?
La orden del presidente Danilo Medina al general Polanco Gómez para que la muerte del estudiante Florián Ramírez sea esclarecida de inmediato, debe incluir también que la Policía identifique y someta a la justicia a los agentes que hirieron de muerte a la profesora Moquete Méndez, otra tragedia causada por la aborrecible creencia de que los uniformados tienen derecho a matar impunemente.
Las muertes del estudiante y la profesora se erigen como trágicas clarinadas que advierten sobre el urgente imperativo de transformar de arriba abajo a la Policía Nacional para convertirla en un cuerpo profesional de prevención del orden, persecución de los delitos y salvaguarda de vidas y bienes. Y para poner fin a esta orgía de sangre.
Editorial El Nacional
El Nacional
Viñeta: Cristian Hernández
http://elnacional.com.do/editorial/2012/11/10/141019/Gatillo-alegre
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