Una de mis tesis preferidas es la de que los dominicanos nos hemos convertido en una nación de pordioseros. Décadas de “funditas”, “cajitas”, “barrilitos”, ”bonos”, y un largo etcétera han tenido un natural impacto en la conducta del dominicano.
Los políticos, que son unos genios para avanzar sus propios intereses, sobre todo cuando el dinero es de otro, descubrieron rápidamente que es más rentable mantener en la pobreza y la miseria a las grandes masas, para poder arrearlas a los sucesivos mataderos electorales.
Los pobres, que tampoco son todos, se dejan arrastrar con la mano extendida, tratando de sacarle hasta el último centavo al político de turno.
Si bien, al principio parecía que los reformistas eran los genios en eso de repartir las migajas del erario, hemos llegado a la conclusión de que eran unos chivitos ante los morados, a los que no sólo les gusta repartir, sino que son extraordinariamente creativos en la invención de programas de “solidaridad y filantropía” electoral.
Por eso, no es de extrañar que uno de los hallazgos del estudio sobre “cultura política de la democracia en la República Dominicana y en las Américas: 2014”, haya sido que nuestro país tiene el más alto porcentaje de clientelismo en toda América.
Gracias al clientelismo se reproduce la miseria y la sumisión política. Por eso no se hacen esfuerzos por mejorar el empleo, ni los niveles de dignidad de la gente. Pero no podemos quejarnos: somos primeros en algo...
Adriano Miguel Tejada
AM
Diario Libre
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