El aroma lo inunda todo. Las especies, en una mezcla casi lúdica, se unen para crear un plato único, especial, que todos quieren probar. Al hacerlo, siempre piden más: cada bocado, delicioso, sacia sus espíritus y les hace soñar. Nunca comer fue tan rico.
Aunque en teoría todos deberíamos poder probarlo, este guiso está reservado para unos pocos: los que están muy cerca del chef, ese que quita y pone ingredientes a su antojo y, en ocasiones, hasta desvirtúa las recetas originales. ¿Qué importa si al final se cubren las apetencias y los comensales son muy felices?
Sazonado con hojas de dinero, toques de arribismo político, una pizca de clientelismo y gotas de nepotismo, el Estado es el alimento más delicioso. ¿Cómo ser de otra manera cuando tiene muchas más proteínas que el sector privado? ¿Quién no quisiera un trabajito que pague RD$500 mil mensuales por estar en una comisión? Tal vez, si no me sobrara vergüenza, hasta yo.
Nadie, salvo los que pagamos los grandes bacanales burocráticos sin darle una probadita siquiera a la comida, se queja de salir millonario del Estado. ¿Qué importa que haya tantos que no tengan qué comer o que pasen dificultades por culpa de un salario mínimo que no les deja vivir decentemente?
El Estado existe para que unos pocos hagan de él una fiesta. Con él se pagan favores políticos y se crean plataformas para perpetuarse en el poder. No es casualidad que haya tantas instituciones absurdas y que, incluso, hacen la misma función que tienen los ministerios de los sectores que rigen o, supuestamente, regulan. ¡Qué bueno es vivir comiendo de esa burocracia! ¡Buen provecho!
Marien Aristy Capitán
Hoy
No hay comentarios:
Publicar un comentario