Respuesta a Yago
El ex-presidente Leonel Fernández publicó el siguiente artículo en el Listín Diario, del cual parto hoy: http://www.listindiario.com.do/la-republica/2013/6/3/279302/Elogio-a-la-Calumnia
En el mismo se explaya sobre la trama de “Otelo”, obra ilustre de Shakespeare, y para cuya sinopsis refiéranse pues, al escrito del ex mandatario. Como nos tiene acostumbrados, utiliza una prosa en momentos rebuscada, aunque justo es reconocer que como pieza literaria no es su mayor exponente de “prepotencia léxica”, quizás en un intento de que sus palabras sean verdaderamente comprendidas por el ciudadano común (hecho este que resultaría en exceso revelador).
Pues bien, el artículo se titula “Elogio a la Calumnia”, y la nota introductoria es: “Al contemplar un fenómeno de tal nivel de vileza y depravación, preciso es recordar la frase inmortal de Víctor Hugo: “Dejarse calumniar es una de las fuerzas del hombre honesto.” Tal es, al mismo tiempo, el mejor elogio a la calumnia.”
Supongo que ese tal fenómeno de vileza y depravación a la que se refiere el ex-presidente es la querella interpuesta en su contra por el Doctor Guillermo Moreno, y de paso el aumento en las “calumnias” que algunas personas nos atrevemos a expresar públicamente sobre su persona y las “indelicadezas” que ha cometido en sus gestiones.
Pero se equivoca Leonel Fernández en varios aspectos de su magistral exposición.
En primer lugar me permito hurgar para sacarle la paja del ojo, ya que ese tal elogio a la calumnia al que se refiere no es tal, cuando el supuesto calumniado reacciona cual cucaracha patas arriba al ser embestido en su honra y reputación. Si bien el ex-presidente Fernández abandera según su escrito la frase en la que Victor Hugo atribuye al hombre honesto la fortaleza de dejarse calumniar, resulta al menos paradójico que una y otra vez saque su fichero de favores por cobrar cuando recibe una crítica de esas que él quiere vendernos como infundios.
Además, Leonel Fernández asume de nuevo el papel de víctima vilipendiada por un sector malagradecido, que no sabe reconocer en él el prócer del siglo XXI que en verdad es. Demuestra, cada vez de manera más obvia, su perfil psicológico de narcisista, en el cual se siente Mesías incomprendido y envidiado. Mientras más críticas aparecen, mayor es, según su percepción, la envidia que sienten los demás por él.
Aquí cabe incluso apuntar que esa victimización del gran hombre injuriado por aquellos que deberían besarle los pies la hace con su característica arrogancia, evidenciada en su necesidad de plasmar hasta dónde llegan sus conocimientos, en este caso de literatura. Obvio es que su escrito no está dirigido al pueblo, ese pueblo que él aspira volver a gobernar. No está dirigido a la masa, no, porque la masa no sabe quién fue Erasmo de Rotterdam, ni Victor Hugo, y probablemente ni siquiera Shakespeare. Y no lo sabe porque este hombre tuvo 12 años para invertir en su pueblo y no lo hizo. Porque si este señor hubiera gobernado para su pueblo hoy viéramos parte de los frutos de sus gestiones reflejadas en nuestra gente. Porque del 1996 a acá son 17 años, más que suficientes para tener impacto en una generación. Pero no. Jamás. Impensable tener un pueblo que al leer ese escrito pueda entender de quiénes está hablando. Impensable, porque la reacción buscada es precisamente la que encontrará: “Pero la verdad que Leonel es inteligente, mira cómo cita a los filósofos! Cuánto sabe este hombre, ese Erasmo seguro fue uno de los romanos esos que oigo mentar!”. Y esto, en lugar de darle pena, como nos da a nosotros, a él le inflará el ego; precisamente lo que él necesita más que el oxígeno.
Finalmente se equivoca Leonel pretendiendo que nos solidaricemos con él, por las pérfidas actuaciones de “Yago” que buscan denostarlo. Yerra de forma excesiva cuando busca maquillar su perfidia y endilgarle a otros aquello de lo que él adolece.
Es que señores, aquí el verdadero Yago es él. Y así como Yago tuvo un último momento de genialidad que le permite llevar a cabo su plan macabro, este Yago está ejecutando otra de sus maniobras, típica por más, en la cual su victimización y la exposición de todas las supuestas bajezas de que es capaz todo aquel que lo cuestione le deja servida en bandeja de plata la verdad absoluta.
Le digo, señor ex-presidente, que en ese juego cae el rebaño que usted quiso dejar embrutecido cuando le ha sobrado el tiempo para educarlo; que usted ha mantenido a través de una beneficencia que no es tal pues exige apego en las urnas; que usted ha premiado con prebendas sabiendo que hay almas que se venden, por las razones que sean.
Pero otros, que llevamos en nuestra sangre la herencia del amor a esta patria, la sangre de próceres y el recuerdo de líderes que usted convenientemente decidió utilizar cuando le conviene, estos otros muy a su pesar no somos borregos ni tan estúpidos como para que usted nos falte el respeto erigiéndose en lo que ha demostrado no ser.
Le agradezco, eso sí, haber considerado a aquellos que nos agenciamos una educación privada medianamente de calidad al momento de elegir su prosa, que nos permite comprenderla en su justa dimensión.
Pero no lo dude ni por un instante: Usted es Yago.
Beatriz Ferrer
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