Al buen cinéfilo le bastan diez minutos para saber si una película es mala, buena o excepcional. El cine es arte de equilibrio. Si se rompe, se desploma el conjunto, aunque queden bien parados ciertos actores. Lo mismo sucede con los gobiernos que, al poco tiempo, intuimos su categoría.
Cumplido un año del ya no tan nuevo gobierno peledeísta, podemos decir que ha sido auspicioso y aplaudido. No obstante, concluido este primer pase, esta película gubernamental comienza a mostrar debilidades; puede que no gane premios ni palmas de oro. No olvidemos que lleva ventaja, pues se la compara con el clavo exhibido durante los doce años anteriores. El que pueda ser mucho mejor no conlleva el cumplimiento de expectativas ni el que logre la excelencia.
Los dominicanos no Estado-dependientes comienzan a temer que este filme no es la obra maestra que prometió la propaganda. Lleva un director inconsistente en los encuadres, desviado del guión original y que expone demasiado al protagonista. El trabajo de cámara, luces y musicalización es, sin embargo, encomiable.
Deducimos, observando el anegado discurrir financiero, los augurios de desastres económicos, la debacle moral, el endeudamiento externo, la carga fiscal, y el deterioro de los servicios públicos, que esta Presidencia transcurrirá sin transformaciones esenciales a pesar de incuestionables aciertos.
Del triunfante y escaso 4% para la educación, se invierte el 75% en planteles y el 25% restante en “lo demás”. Todavía no termina la planificación de la “gran revolución educativa”. Se está filmando en cámara lenta y tropieza con obstáculos que se debieron prever.
Por dos cuatrienios insultaron nuestra inteligencia con sonsonetes mentirosos acerca de soluciones eléctricas, y actualmente siguen diciendo lo mismo sin iluminarnos. El agua no es potable, la policía gangsterizada, la frontera un desastre, y el narco, toneladas van y toneladas vienen. La justicia, peor. El ministro de Salud esforzándose, pero sin poderse entender de dónde sacará el dinero para ofrecer servicios adecuados.
Esta producción tiene demasiados efectos especiales, inservibles para superar el subdesarrollo. Seguimos atrapados entre planes y proyectos mientras se olfatea un populismo y una creación de imagen de corte reeleccionista. De tal forma, lector, que debemos de prepararnos para un final decepcionante: otro mandatario que antepone su proyecto personal al mil veces postergado proyecto nacional. ?Será posible?
¿Acaso será por eso que vemos al presidente añoñando al comité central, regalándoles impunidad y ministerios, negándose a esclarecer el robo público “suficiente para construir dos repúblicas”? Mantiene una nómina hipertrofiada de militantes parasitarios y otorga patente de corso a los partidos aliados. Completan estas escenas un marcado empeño de la productora palaciega por mantener altos índices de popularidad. Entonces, al cerrarse el telón, quedará claro que esta película gubernamental lo que se propone es, casi seguro, lanzar una nueva estrella para encantar al público votante.
Si me equivoco, que me castigue Dios, pero si no, búsquense desde ahora el autógrafo de este emergente astro morado. Dejémonos de pensar en calidad cinematográfica y pendejadas por el estilo.
Segundo Imbert Brugal
Hoy Digital.com.do
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