Vincho Castillo y sus contertulios de la Fuerza Nacional Progresista han defraudado a casi todo el país con su decisión de no retirarse del gobierno tras la promulgación del reglamento de migración. Habían dicho que se iban y realmente hubiera sido razonable que lo hicieran pues consideraron públicamente que el reglamento era inconstitucional, “jurídicamente insostenible” y el “principio (de) la destrucción de la identidad nacional”. Uno de los hijos de Vincho anunció que sus huestes “saldrán de los cargos a combatir el proyecto de reglamento (…) hasta que eso caiga”.
Pero a pesar de las acusaciones, decidieron quedarse, todos, en los muchos cargos que ocupan a pesar de lo magro de sus aportes electorales. Es decir, decidieron convivir con la “inconstitucionalidad”, la “ilegalidad” y la “destrucción de la identidad nacional” en aras de conservar cargos y salarios.
No es asombroso, aunque si indicativo. La FNP es uno de esos juegos siniestros a que está atada la política nacional. No hay acción de ese partido o de la familia propietaria que no esté ligada a algún acto inmoral, políticamente detestable y antinacional. Como criaturas de la noche, los miembros de la familia se arrastran por los lodos de la ignominia pública, unos días defendiendo corruptos, otros atacando personas decentes, siempre alineados con las peores causas que hipotecan el futuro de la sociedad dominicana.
En contraste, no hay una sola posición pública que hayan ocupado a la que pueda achacársele algún logro positivo. Desde su comisión de ética, el octogenario páter familias tiene como principales funciones la difamación y la impertinencia política. Desde la Cámara de Diputados, su hijo –sin lugar a dudas el menos fotogénico de los legisladores- blande consignas insensatas en cada oportunidad. Desde Migración, han sido artífices del peor fiasco político y ético de la República en mucho tiempo. Y desde otras posiciones –por ejemplo el Consejo Nacional de Fronteras- sencillamente no hacen nada: cobran y listo. Son un desastre malintencionado, que solo puede mostrar una virtud: sus capacidades para armar consensos amplios… en su contra.
Si a pesar de todo esto siguen siendo una fuerza política sobrerrepresentada, tal y como lo pactó Leonel Fernández, es porque ellos constituyen un sello de garantía para las fuerzas más retrógradas de la sociedad dominicana. Y para el gobierno una carta que muestra su apego a los poderes fácticos que dominan el país –cúpula empresarial, militares y jerarquía católica- y a la derecha nacional que baila en torno a ellos.
El presidente Medina tuvo otra oportunidad de sacarse de arriba ese lastre político y ético, pero no lo hizo, sencillamente porque es parte del juego. En eso no me hago ilusiones: aún reconociendo algunos momentos encomiables –el discurso y quehacer del ministro Montalvo es un ejemplo de ello- la saga PLD debe ser interrumpida.
Sencillamente porque el PLD es la parte más consistente de esa derecha de la que la FNP es su versión más depravada. Y lo que necesitamos como nación no va por ese camino.
Haroldo Dilla Alfonso
Solo una idea
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