En todo el país el Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones utiliza propiedad estatal para colocar vallas del presidente reeleccionista Danilo Medina sin que la Junta Central Electoral haga nada para impedirlo. DLRD
La maldita reelección, otra vez
Soy un militante firme frente a la reelección, porque cuantas veces veo la ambición de políticos buscando perpetuarse en el poder, asoman a mi memoria dos de los más espantosos crímenes de la historia nacional.
El crimen de Virgilio Martínez Reyna y su esposa embarazada, Altagracia Almánzar, en la quietud de su hogar campesino el 1 de junio de 1930, cuando Trujillo se aprestaba a dejarnos su impronta de sangre, abusos y traumas aún presente en la intolerancia y la agresividad del criollo.
El otro asesinato dejó un dolor inextinguible en la conciencia nacional. La muerte a palos de Patria, Minerva y María Teresa Mirabal y su acompañante Rufino de la Cruz, cometidos cuando el tirano lanzaba zarpazos de rabia a lo mejor del país, buscando prolongar su Era.
Por esos dos crímenes, sumados a los abusos de Santana, Báez, Lilís, Trujillo y otros políticos enceguecidos por la ambición continuista, el criollo acuñó hace mucho la figura “la maldita reelección”.
La reelección es una maldición que desborda en toda su gravitación antidemocrática e ilegítima inconductas y atropellos que trascienden los designios hasta del mandatario que la procura o ejerce.
Creo que fue el fenecido vicepresidente Lora quien caracterizó a la reelección como “una hidra de 7 cabezas”, significando que las maldades que engendra, multiplican las que practica el presidente de la República.
Y explicaba Danilo Medina antes de aspirar a reelegirse, su negativa a respaldar la reelección del presidente Leonel Fernández en 2008, identificando como el gran problema con la reelección es que los allegados del presidente incurren en múltiples e incontrolables inconductas en perjuicio de la salud económica, moral e institucional de la nación.
Maldita reelección, de nuevo, porque en su afán de seguir a caballo el presidente Medina asestó un golpe devastador a la democracia interna, el fortalecimiento institucional y la credibilidad de los partidos, que con sus debilidades y defectos deben ser pilares democráticos.
Para lograr que los legisladores de su partido y del PRD aprobaran la reforma constitucional reeleccionista, Medina decretó la eliminación de las convenciones en que las bases debieron elegir a esos legisladores, una acción que por temor a sangrías letales y por efecto de ósmosis, contaminó a los demás partidos.
Lograr que las bases partidarias eligieran en primarias o convenciones abiertas a sus representantes, fue un salto extraordinario en la democracia interna y la apertura de los partidos hacia la sociedad.
Maldita reelección, otra vez, porque la negociación bastarda impuesta por la ambición continuista, ha acelerado la degradación política y cercenado derechos fundamentales.
Maldita reelección, otra vez, por mal parir esta plaga de transfuguismo, por devaluar líderes, humillar a dirigentes, doblegar trayectorias históricas de partidos enteros, y pretender imponerse bajo un manto de irrespeto a la Constitución y las leyes, de mentiras y engaños.
Maldita la reelección, sí, porque está “callando a los cantores”, obligando a preguntarnos con el poeta: “¿de qué sirve la rosa, sin el canto”?
Nelson Marte
Periodista
elCaribe
La maldita reelección, otra vez
Soy un militante firme frente a la reelección, porque cuantas veces veo la ambición de políticos buscando perpetuarse en el poder, asoman a mi memoria dos de los más espantosos crímenes de la historia nacional.
El crimen de Virgilio Martínez Reyna y su esposa embarazada, Altagracia Almánzar, en la quietud de su hogar campesino el 1 de junio de 1930, cuando Trujillo se aprestaba a dejarnos su impronta de sangre, abusos y traumas aún presente en la intolerancia y la agresividad del criollo.
El otro asesinato dejó un dolor inextinguible en la conciencia nacional. La muerte a palos de Patria, Minerva y María Teresa Mirabal y su acompañante Rufino de la Cruz, cometidos cuando el tirano lanzaba zarpazos de rabia a lo mejor del país, buscando prolongar su Era.
Por esos dos crímenes, sumados a los abusos de Santana, Báez, Lilís, Trujillo y otros políticos enceguecidos por la ambición continuista, el criollo acuñó hace mucho la figura “la maldita reelección”.
La reelección es una maldición que desborda en toda su gravitación antidemocrática e ilegítima inconductas y atropellos que trascienden los designios hasta del mandatario que la procura o ejerce.
Creo que fue el fenecido vicepresidente Lora quien caracterizó a la reelección como “una hidra de 7 cabezas”, significando que las maldades que engendra, multiplican las que practica el presidente de la República.
Y explicaba Danilo Medina antes de aspirar a reelegirse, su negativa a respaldar la reelección del presidente Leonel Fernández en 2008, identificando como el gran problema con la reelección es que los allegados del presidente incurren en múltiples e incontrolables inconductas en perjuicio de la salud económica, moral e institucional de la nación.
Para lograr que los legisladores de su partido y del PRD aprobaran la reforma constitucional reeleccionista, Medina decretó la eliminación de las convenciones en que las bases debieron elegir a esos legisladores, una acción que por temor a sangrías letales y por efecto de ósmosis, contaminó a los demás partidos.
Lograr que las bases partidarias eligieran en primarias o convenciones abiertas a sus representantes, fue un salto extraordinario en la democracia interna y la apertura de los partidos hacia la sociedad.
Maldita reelección, otra vez, porque la negociación bastarda impuesta por la ambición continuista, ha acelerado la degradación política y cercenado derechos fundamentales.
Maldita reelección, otra vez, por mal parir esta plaga de transfuguismo, por devaluar líderes, humillar a dirigentes, doblegar trayectorias históricas de partidos enteros, y pretender imponerse bajo un manto de irrespeto a la Constitución y las leyes, de mentiras y engaños.
Maldita la reelección, sí, porque está “callando a los cantores”, obligando a preguntarnos con el poeta: “¿de qué sirve la rosa, sin el canto”?
Nelson Marte
Periodista
elCaribe
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