Los últimos dos días, algunos de mis contactos de Facebook y yo hemos pasado bastante tiempo en la frívola y saludable actividad de reírnos a mandíbula batiente, con una memorable foto que publicó algún malicioso adversario del presidente Danilo Medina, en la que éste aparece, cual muy desmejorado Nureyev, suspendido en el aire, brincando un charquito de agua.
Eso no debía tener nada de llamativo, porque el país entero está lleno de baches, no sólo en los caminos agrestes erróneamente elegidos como escenarios para hacerse fotos propagandísticas, sino hasta en las calles que hace unos meses Leonel mandó a pavimentar a beneficio de Danilo -con pavimento desechable, que no sobrevivió al primer aguacero- como parte de las carnestolendas de las elecciones, que a la postre no se sabe cuánto contribuyeron al hoyo fiscal.
Probablemente la foto no habría desencadenado tanta hilaridad, ni habría sido objeto de mayor atención, si el fraude de presentar como espontánea una “humildad” programada se hubiera limitado a la muda exhibición del afanoso Presidente saltando el charquito, aunque el ángulo abierto dejara ver con total indiscreción los yipetones de doble tracción, parqueados a dos o tres pasos de distancia -lo que desarticulaba el eventual perfil humilde “del hombre de a pie” - y aunque también mostrara que el protagonista necesitaba tanto parecer en control de algo, que eligió controlar dos o tres pulgadas de fango, perfectamente evitables, con sólo mantenerse en el terreno seco que conformaba la mayor parte del paisaje.
Lo que obligó a los observadores acuciosos a reparar en esos detalles fueron los comentarios con que algunos simpatizantes del Presidente -aunque yo insisto que se trataba de enemigos encubiertos-, publicaron la foto.
Según ellos, aquella imagen -como otra demasiado similar, publicada hace poco, en la que el Presidente aparece creo que sobre un puentecito de madera podrida- es un indicador de que se está haciendo lo que nunca se ha hecho.
Obviamente, el planificado discurso visual busca marcar contrastes con Leonel Fernández, el ampuloso antecesor que andaba hasta con un trono portátil muy parecido al que usaba Catalina La Grande, de Rusia -no sé si Danilo habrá tenido iniciativa aunque sólo sea para deshacerse de semejante ridiculez-.
De todas formas, para marcar contrastes con lo hecho -y sobre todo con lo que no se ha hecho- ha sido suficiente.
Entre el Presidente que se cree que nadie sabe y que exhibe entre sus conquistas las torres construidas con los robos al Estado y con el lavado de activos y el narcotráfico y el Presidente que se cree que nadie sabe y posa de humilde sobre un puentecito lleno de comején -que no tiene el tino de derrumbarse bajo tan distinguida visita-se notan las diferencias cosméticas y las subrayadas por la relación de dominio y subordinación -que puede llamarse continuidad- que mantienen.
El brinquito a lo The Matrix, Crouching Tiger, Hidden Dragon o Scott Pilgrim Vs The World, no carece de encanto, especialmente proviniendo de alguien a quien no brincaron cuando chiquito.
Da para preguntarse, ¿habrá sido brinco de conejo, chivo, canguro, cacata o grillo? Tal vez de saltacocotes, los pobres, que están en peligro de extinción, aunque son inofensivos; mientras los saltacocotes políticos que sí honran lo que calumniosamente se le atribuye a los lagartos, de comunes, se han vuelto plagas.
No fue salto de puma, tal vez sí de gato barcino, con cohete chino amarrado en la cola, que, como bien retrató el Incómico en una de sus caricaturas, le servirá para brincar sobre un charquito, pero tiene dudosas utilidades para brincar en el verdadero hoyo.
De un mal gobierno, bien puede ahorrarse los excesivos esfuerzos del Ministerio del Ridículo.
Sara Pérez
DIARIO DE LA CIGUAPA
Acento.com.do
http://www.acento.com.do/index.php/blog/7636/78/El-brinco-o-el-Ministerio-del-Ridiculo.html
Foto: El Día.com.do
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