El traidor está hecho de una sustancia tan despreciable que, frente a él, cualquier alimaña ponzoñosa es un ser de elevada estirpe. No merece que nadie comparta con él la misma acera, ni el mismo alero, ni el mismo sol. No merece el saludo más elemental ni siquiera en un velorio. No merece ni un gesto de compasión en la desgracia. Es más, el traidor no merece ni siquiera la mención de su nombre en ninguna circunstancia. Lo único que el traidor merece sin medida es la indiferencia en cada uno de los días que le queden por vivir...El desprecio exterminante de su pueblo; de todo ser que se precie de humano.
Ramón Colombo
FOGARATÉ
elCaribe
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