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martes, 16 de junio de 2015

El delirio de grandeza de Pelegrín Castillo Semán


Incompetencia, clientelismo y delirio de grandeza apoyadas en el presupuesto estatal
Lo ocurrido en el Ministerio de Energía y Minas, denunciado por Antonio Isa Conde, sobre las burbujas creadas sin ninguna base por el anterior ministro Pelegrín Castillo Semán, permite continuar la reflexión de nuestro editorial del lunes.

El Estado sigue siendo una piñata que se reparte como botín de guerra entre políticos. Prima entre los políticos el afán por aprovecharse del presupuesto nacional, para practicar el clientelismo político y justificarse en su misión de enriquecimiento clientelar.

La otra cuestión es el delirio de grandeza que muestran ciertos funcionarios que, sin ninguna experiencia administrativa o gerencial, se creen los sabelotodo, superdotados que tienen calidad, poder y capacidad para comprometer el presupuesto nacional en su construcción de imagen.

En el caso de Pelegrín Castillo Semán, la nómina del Ministerio es la primera muestra de hasta dónde es posible poner en marcha el clientelismo político en una instancia que debe crearse, y sobre la que el esfuerzo administrativo y la prudencia tienen que ser mayores.

Sobre el delirio de grandeza de Pelegrín Castillo Semán hay muchas evidencias. No se trata solo del hecho de que su familia lo cree predestinado a ser presidente de la República, sino que él para demostrar que tiene condiciones se rodea de 29 asesores que le cuestan un ojo de la cara al presupuesto de la entidad que pusieron en sus manos.

La incompetencia es obvia, pues un ministro por más fama que tenga, lo primero que tiene que hacer es administrar con prudencia los fondos que se ponen en sus manos, y realizar su trabajo al menor costo posible.

Varias veces Acento advirtió que la creación de un ministerio de Energía y Minas para ponerlo en manos de un político era una decisión equivocada. Las cosas se hicieron desde el principio para que Pelegrín Castillo Semán fuese Ministro de Energía y Minas, no por su competencia como gerente, sino por compromisos políticos.

La incompetencia del designado también presenta otro matiz, tan grave como los anteriores, y es el hecho de que Pelegrín Castillo no tenia ninguna experiencia previa administrando ni dirigiendo absolutamente nada. Su vida pública había sido en el campo de la teorización y pontificado ideas recicladas de autores de la ultraderecha. Su ejercicio profesional como abogado, a la sombra de su padre, no muestra ningún logro, amén que su profesión no implica la administración ni el gerenciamiento de una empresa, institución o habilidades para dirigir personas.

Por eso, no sólo es espuma y burbuja lo que se encontró al mirar superficialmente su gestión, sino que ha quedado en evidencia que la figura del político en cuestión es espuma y burbuja en el aspecto de su calidad como pretendido tecnócrata, gerente y administrador.

Lo triste es que todas esas incapacidades, inconsecuencias, incompetencias las paga siempre el mismo pueblo, la sociedad a través de los impuestos y con el detrimento de los servicios que recibe, y la prolongación de los problemas materiales más elementales en una sociedad moderna.

Lo que ha ocurrido en Energía y Minas, responsablemente denunciado por Antonio Isa Conde, es una muestra de los muchos incompetentes e irresponsables que hay en el aparato del Estado, vestidos de capaces pero que en realidad son también fieras sedientas de poder y de manejar recursos.

El Gobierno del presidente Medina, ahora que ha propiciado un pacto con partidos políticos de la oposición deberá cuidar que no le lleguen nuevas fieras encubiertas, con nombres sonoros fabricados por los medios de comunicación, pero que en realidad ansían como lobos hambrientos un posición en la mesa del presupuesto nacional, para llevarse todo canto puedan. Evitemos esa peligrosa y degradante práctica.

Editorial Acento
Acento

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