Panfletos y greguerías
El Estado dominicano es una Mula. No la metáfora de la Mula semiótica que Juan Bosch empleó en su novela para sintetizar en una imagen toda la inestabilidad de las guerras manigüeras. Una Mula de carga, una insolente Mula sobre la que se encaraman los demagogos y dirigentes de todos los pelajes, en esta larga historia de padecimientos.
Encima de esa Mula es que los relatos de nuestros “líderes” han prometido empujarnos hacia un mañana siempre inalcanzable y mentiroso. Mirando el corcoveo de esa Mula desastrada, es que podemos comprender los orígenes de las inesperadas miserias que nos desgarran, el recelo y la dificultad de construir instituciones, las andrajosas posturas de quienes nos han gobernado. Observando las palizas que le dan a esa Mula se entiende con facilidad que el objetivo ha sido siempre saquear el Estado, prostituir cualquier proyecto de pacto social civilizado para la convivencia, y apropiarse de la riqueza pública. Por eso todos los demagogos de nuestra historia republicana han proclamado que tienen las manos limpias y el corazón tranquilo, en el mismo instante que le dan un palo a la Mula.
DOS
La Mula que dejó Trujillo era robusta y amplia. Ningún otro Estado en el continente americano tenía tantas riquezas en sus árganas. El Estado trujillista era una desmesura, una hipérbole, y es por ello que Trujillo pudo encarnar la figura de un Dios, el imaginario de un Sátrapa, el horizonte inmedible de un Emperador. Esa sobredimensión del Estado Trujillista fue la que impulsó el culto a la personalidad del monarca de turno, porque después de su muerte, casi todas las grandes riquezas que se han formado provienen del despojo que se le ha hecho a la Mula. Si se hiciera una cartografía arqueológica de la formación de la riqueza a partir de la desaparición de la dictadura trujillista, se vería que casi todos los nuevos ricos, (y algunas de las espigas de la vieja oligarquía), son hijos de una madre tan indeterminada y vaga como ellos mismos; son hijos de la Mula apaleada del Estado.
TRES
Y esa Mula no fue ni metafórica ni semiótica en el caso de Lilís, ni en los muchos gobiernos que han practicado la concepción patrimonial del Estado. “El pacificador” juraba y juraba que en la historia dominicana hasta su época no había habido un gobierno más honesto; pero en la Mula del general Güelito se juntaban los dineros públicos con los dineros de las andanzas amatorias del tirano, y con todo el andamiaje de la dominación que usaba los fondos públicos para sostenerse. El Estado Dominicano ha sido y es una maldita Mula, y muerto Trujillo, con la excepción del gobierno de Juan Bosch; es palo y palo lo que le han dado.
CUATRO
Danilo Medina encaramado en la Mula, con su mano derecha en alto, su cara de tótem, los ojos cuatriboliaos, y el bigote erizado; jurando, como Lilís, que su gobierno es “el más honesto de la historia”. Hay que tener una cordura esclarecida para no encuerarse frente a la Catedral, bramando con una gran vivacidad de réplica, exigiendo que alguien nos explique cuál es la contenciosa moral oculta sobre la que esta sociedad edifica su existencia. ¿Qué puede hacer un maestro en el aula si en la práctica quienes se presentan como triunfadores sociales despliegan el engaño, la simulación y la mentira como destrezas esenciales del oficio político? Creíamos que Leonel Fernández era insuperable, pero Danilo Medina lo ha dejado corto. Nadie pensó que esa lisura de la ambigüedad aterradora que el cinismo encarna llegaría a los niveles de dominio con que lo maneja Danilo Medina; sobre todo porque en su gobierno hay más corrupción que en los gobiernos de Leonel Fernández.
CINCO
El Estado dominicano es una Mula. Corcovea y flaca, sí; pero cualquier “iluminado” que se encarama en ella nos clava su ego indomable. Ahora mismo Danilo Medina es un “iluminado” que, viniendo de una mansedumbre insospechada, está a punto de meterse en la faltriquera más de medio siglo de lucha democrática. Lo ha prostituido todo para mantenerse en el poder, ha comprado con el dinero constante y sonante de la Mula la resignación y el respeto, y ha enlazado la autenticidad de la vida al espectáculo. Para él, la verdad y la fábula son lo mismo.
Andrés Luciano Mateo
Hoy
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