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jueves, 17 de noviembre de 2016

1825 años entre Calígula de Roma y Lovera de Puerto Plata


Nuevamente Lovera
Hay algunos detalles de la personalidad de Calígula que llaman la atención, como el de que le gustaba asustar. Calígula tuvo un émulo en Puerto Plata… Evidentemente ese ``gusto`` por asustar explica porqué razón toda la población de Puerto Plata (que conocía los sustos que daba dicho émulo) se prestó (asustadamente) a participar solemnemente y con el estribillo repetitivo de ``pobre caballo, tan buen caballo`` en el desfile mortuorio del caballo de Lovera.

Esa licencia, propia de un espíritu exaltado y agitado, que se autoconcedió Lovera de convocar a y realizar semejante cosa lleva a que uno se formule la pregunta: ¿conoció Lovera, aunque fuese superficialmente, la historia de Calígula y su caballo Incitatus convertido en Senador? Es posible o es muy posible que sí  (como también es posible que no, aunque esto ultimo lo cuasi-descarto).

Obviamente el conocimiento de ese episodio de la Historia romana no es privativo de la era en que éramos niños y en que asistíamos al octavo curso de la Intermedia ni tampoco es privatístico de nosotros: para la época de Lovera el episodio era conocido, pues su dispersión y difusión corrió paralelo con las más variadas metamorfosis o expresiones del desarrollo de la expansión del conocimiento y la cultura y civilización de Occidente.

¿Qué tiempo, cuántos años separa a la Roma de Calígula de la Puerto Plata bajo la comandancia militar distrital de Lovera? Calígula nació en el año 12 después de Cristo y murió en el año 41; de manera que del 41 al 1866 nos separan mil ochocientos veinticinco (1825) años: suficientes (por lo menos desde el punto de vista cuantitativo), para que las extravagancias de Calígula se esparcieran con  tiempo sobrado sobre la faz del mundo interconectado con los medios de la época.

Si Lovera conoció el episodio protagonizado por Calígula y cuasi-emulado por él en Puerto Plata eso significaría que estamos en presencia de un personaje histórico consciente de su tremendo poder sobre esa sociedad pobre en la que hasta su élite, por temor y por congraciarse, se plegó a un acto contrario a la ortodoxia cristiana.

Estamos hablando: a) de algo que, sobra decirlo, en nuestros tiempos sería piedra de escándalo; b) de alguien que en este pedazo de rincón marítimo del país que es Puerto Plata quiso jugar a ser un hombre-cuasi Dios.

Es cierto que nuestra sociedad dominicana es una sociedad de vivos, de marrulleros y de cínicos, pero lo referido protagonizado por Lovera va más lejos de todo eso y tiene, insisto, claramente su cimiente explicativa en el poder.

El refinado literato de la Madre Patria, España, Gonzalo Torrente Ballester destaca muy atinadamente que ``el poder, es distinto para el que lo ejerce, para el que lo sufre y para el que lo contempla. El poder, desde este punto de vista, es un juego de ilusión y picardía entre el que manda y los que obedecen, un pacto tácito en virtud del cual los que obedecen se dejan dominar para aprovecharse y el que manda cree asegurar su territorio, mediante la centralización.`` (Gonzalo Torrente Ballester. Los Gozos y las Sombras: el señor llega. Alianza Editorial S.A., Madrid, 1982)

El poder contemplado por Lovera lo apreciaba por las formas en que sus conciudadanos reaccionaban frente a él: las víctimas suyas y las no víctimas; dichos conciudadanos suyos (las víctimas suyas y las no víctimas) reaccionaban con miedo frente al poder (ya muy conocido) de Lovera. Las no víctimas contemplaban los efectos del poder de Lovera en las víctimas de éste. Y nosotros lo vemos a la luz del  tiempo transcurrido.

El origen del poder de Lovera no era divino, pero era poder, un poder casi bruto, fácticamente total, máxime en esa época. El espectáculo del caballo que motorizó Lovera parecería una expresión de alguien con un gran sentido de la posesión de las cosas: en el caso de Calígula existía ese sentido de la posesión de las cosas:  y existía tal sentido de posesión de las cosas porque su autoridad era ``divina`` e incuestionable.

Los déspostas son posesivos, tienen ese sentido de la posesión de las cosas: son dominantes, controladores y quieren que se haga lo que éllos quieren.

Lovera no tenía un poder con basamenta teórica indicativa de que era dimanante de la divinidad, pero el alcance de su poder era tanto que era señor de horca y cuchillo, señor de vida y hacienda, lo cual, al final de cuentas, no hacía diferencia entre el poder ejercido por Calígula y el poder ejercido por Lovera: los resultados se parecían o eran grandemente similares.

Es científico que en todas las épocas y en todas las sociedades la detentación de un poder despótico aterroriza. Naturalmente el locus imperii no residía en Lovera, éste tan sólo era el representante de aquel en cuya cabeza recaía tal cosa. Lovera representaba a quien tenía el locus imperii en la República Dominicana. Pero la distancia que separaba a Puerto Plata de la capital del Estado era enorme visto que no existían caminos (como los conocemos hoy) para la época y que para cruzar de un pueblo a otro se requería hacerlo atravesando muchas lomas a lomo de caballo o de mulo o de burro. Mayor, pues, era la tentación de ejercer el poder despóticamente porque había la ingente dificultad física, geográfica y topográfica de informar hacia arriba. Cuando la noticia llegaba a Santo Domingo ello era ya una lejana o muy lejana reverberación con el tiempo largo y extendido de por medio.

Puerto Plata, al ser punto marítimo, siempre ha recibido a muchos viajeros, por lo que no descarto que algún viajero marítimo de tránsito en ese momento reseñase el curioso cuadro en cuestión. No son pocas las cartas conocidas de viajeros en Puerto Plata. El tiempo dirá la última palabra.

Me imagino a un Psiquiatra hablando con voz cargada de autoridad y con aires fácticamente burocráticos, esto es, calcados de la conducta de los burócratas: ``Eso es un complejo de culpa lo que hay ahí, ése señor (Lovera) lo que tenía era un complejo de culpa que le produjo una gran depresión, un síndrome depresivo, no busquen más que eso es lo que hay ahí.``  …Me imagino la cara de presunción y desprecio con la que el Psiquiatra en cuestión (sea detrás de su escritorio, sea en una improvisada interpelación personal a él al respecto), cómo anuncia, sin ningún atisbo de sorpresa, tal dictamen.

 "Hegel dice que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal se producen dos veces, pero se olvidó de agregar que una vez como tragedia y otra como farsa". Así inicia Carlos Marx, con esa expresión, ``El 18 de brumario de Luis Bonaparte``. Prácticamente todos aquéllos dedicados al análisis político han hecho acopio de ella para analizar algún acontecimiento histórico.

Y Federico Nietzsche, por su parte, dijo: “Los sucesos y los personajes se repiten a sí mismos una y otra vez, con distintos nombres y en diferentes lugares.”

¿Se produjo este colofón caliguliano en Puerto Plata como tragedia o como farsa? No creo que haya sido como farsa.

Cayo Julio César Augusto Germánico era el verdadero nombre de aquél mejor conocido por su sobrenombre o apodo de Calígula. La caliga, una sandalia militar romana, que de niño usaba Calígula para bailar con gran destreza y entretener a los militares romanos es lo que genera dicho apodo con el que es mejor conocido en la Historia.

¿Quién se hubiera imaginado que aquél niño alegre y vivaz danzador experto, que con su baile le hacía gracias y entusiasmaba a los legionarios romanos, llegaría a ser el tirano terrible que llegó a ser, tanto que figura en La Galería de Energúmenos de la Humanidad y su perfil psicológico es incluso objeto de estudio por la Psicopatología? ¿Y quién se hubiera imaginado que en Puerto Plata, mil ochocientos veinticinco (1825) años después, se escenificaría un acto de cuño propia y estrictamente caliguliano?


Lic. Gregory Castellanos Ruano

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