El honor era un concepto tan sagrado en las Novelas de Caballería muy en boga durante la Edad Media, que el fanatismo de su lectura fue motivo de tal confusión mental que arrastró a la demencia a nuestro universal héroe de todos los tiempos, El Gran Caballero Don Quijote de la Mancha.
Ausencia de honor y pletórica demencia son vocablos muy alusivos a nuestro país en la actualidad, donde todo ha ido tomando giros atípicos por su absurdidad.
El Sr. Presidente Danilo Medina declaraba hace cuatro años que jamás recurriría a la ignominia de la reelección, pero luego jugó con las manillas del reloj e hizo todo lo contrario; mancilló su insidiosa palabra de “honor”. Mediante execrables maniobras políticas, logró sentarse una vez más en la codiciada “silla de alfileres”, aunque son obviamente unos alfileres de oro de 24 kilates.
Ahora bien, sin lugar a dudas el Sr. Presidente es un hombre muy astuto y agudo conocedor de su creación heredada de anteriores gobiernos, de la expandida ignorancia y falta de criterio personal de éstos sus súbditos dominicanos. Aunque sin adornos de orador esclarecido, su apariencia y actitud de hombre ingenuo y afable, esconden todas sus múltiples habilidades.
Es incomprensible, no obstante, que aún sin haber concluido el proceso electoral, en el cual desde el inicio de las noticias, fue el PLD el que llevase la puntera, se hayan proliferado todos los actos de indudable barbarie en un país que no muestra señales de autoridad alguna.
Se nos muestran unos rostros impertérritos, serenos, fríos, de mirada vacía, aun luego de haber lanzado vivos al fondo de una fosa a unos hombres indefensos. Un hijo asesina a sus padres por el mero hecho de negarle un miserable préstamo. Cadáveres descuartizados. Padres violan a sus hijitas pequeñas y adolescentes. Los delincuentes hacen de las suyas frente a las cámaras. Despachan a los criminales de las cárceles, sólo para inmediatamente volver a delinquir. Estos y demás actos irracionales, absurdos y atípicos se desarrollan con plena libertad, ante la incapacidad probada de las autoridades que no pueden frenar un pueblo devenido incontrolable. Tenemos una única ley, la del salvajismo aceptado.
La palabra de honor buscó un nicho en la Edad Media, y en su largo transitar pudo haber alcanzado un modernismo frenado por leyes morales, ahora desaparecidas. Pero espero confiar en que el Sr. Danilo Medina deseará entrar a ocupar un puesto de honor en la morada final de los Inmortales de la historia, y por ende debe acreditar una palabra de “honor” para poder arar en estos cuatro años, un posible terreno fecundo de hechos propios de un gobernante firme en sus principios, que plante “la semilla de mostaza” fructífera del presente y futuro próximo y tardío de nuestra humanidad insular expectante.
Lisette Vega de Purcell
Hoy
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