El gobierno enviará su reforma fiscal al Congreso para ser aprobada por legisladores que defienden que cada año les entreguemos cientos de millones de pesos salidos de nuestros impuestos para que ellos den limosnas... a cambio de votos.
La reforma fiscal es "necesaria" porque el PLD aprobó en sus instancias oficiales (del partido y del gobierno, que es casi lo mismo) que un déficit presupuestado en 22,000 millones se disparara hasta 180,000 millones. Una cifra que ni en la peor pesadilla del ciudadano ni en la más "exagerada" previsión de los opositores era imaginable.
Las razones para ese agujero no difieren de las que esgrimen los legisladores para defender su barrilito: clientelismo, la manera más rudimentaria de ejercer la política. El objetivo electoral de un grupo -y personal de su líder- puesto por encima de razones de Estado, de justicia, de legalidad. Hasta de sentido común.
Que a Danilo le vaya bien nos conviene a todos, pero lo que se nos pide no es un sacrificio para lograr un objetivo pactado.
No es una reforma fiscal pensada para terminar con la evasión o para redistribuir el crecimiento. Tampoco se ha articulado para terminar con el problema eléctrico, por ejemplo. Ni para acabar con el tollo del transporte, las deficiencias de la salud, agua potable o rescatar el campo... No es un reforma estructural.
Suben los impuestos para tapar un déficit gigante causado por el PLD y se impondrán sin pedir responsabilidades a nadie. Pero... ¿está el ciudadano dispuesto a aceptar, otra vez, que "aquí no ha pasado nada..."?
Inés Aizpún
IAizpun@diariolibre.com
Diario Libre
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