Los destacamentos policiales y militares instalados en la cercanías de los puentes Juan Pablo Duarte y Juan Bosch, en el Distrito Nacional, no han dado la talla en la tarea de mitigar la delincuencia que impera por la zona. El nivel de inseguridad que se vive en el área circundante a estos puentes es preocupante. Es tanto que los vecinos que transitan por este punto capitalino lo consideran “Zona Apache”. La falta de iluminación en la calle Rafael Atoa propicia el ambiente para que desaprensivos cometan fechorías. Las noches en esta vía son tenebrosas, a juicio de residentes del sector Borojol, por lo que pidieron la iluminación del entorno.
El encargado de un centro de acopio de reciclaje, ubicado en un local debajo del Puente Juan Pablo Duarte, siente temor de que en cualquier momento sea sorprendido por delincuentes, que aseguran, en su mayoría, son menores.
El joven ya pasó por la mala experiencia de ser apuntado con un arma de fuego. Recordó que hace menos de un año fue asaltado por varios delincuentes, quienes lo obligaron a entregarles todas sus pertenecías. “Necesitamos más vigilancia por parte de la Policía Nacional. Aquí cualquier niño de 12 a 13 años te saca una pistola”, manifestó. Los barrios del Distrito Nacional cercano a dichos puentes son: Borojol, Villa Francisca, Los Pinos y La Ciénaga. Todos son reconocidos por un alto nivel de delincuencia y una alta tasa de desempleo.
“La gente se protege como puede”
Cecilia Matías, residente en el sector Borojol, explicó que los asaltos debajo del puente Juan Pablo Duarte están a la “orden del día”. Dijo que es frecuente escuchar en la zona testimonios de personas que fueron violentadas a fin de despojarlas de sus pertenencias.
“Aquí uno se protege como puede. La realidad es que aquí es muy peligroso”, dijo la joven mujer.
Delincuencia inquieta a personas productivas
Según testimonio de personas que laboran en los alrededores de los puentes Juan Pablo Duarte y Juan Bosch, cuando llegan las seis de la tarde, el nerviosismo se apodera de las personas “trabajadoras” que se desplazan hacia sus hogares. Víctor Rodríguez es de los que “están atentos” cuando transita por la calle Rafael Atoa. “Aquí el ambiente es peligroso”, aseguró.
Diana Rodríguez
elCaribe
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