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jueves, 29 de junio de 2017

Hay que salir a buscar a Temo


En busca de Temo
Sí, a Temo. No a Nemo, el gracioso pez que en la película desarrolla una aventura similar a la de Ulises, el de los pies ligeros, el semi-Dios de la cultura griega que logra vencer todos los obstáculos para llegar a Itaca, la tierra en la que lo espera la paciente Penélope, la dulce Penélope que teje y desteje el poncho de la fidelidad. Pero no escribiré sobre el gracioso pez, ni sobre Ulises, ni sobre Penélope; ando buscando a un Temístocles Montás que se le ha escapado a la aventura del ser, y  que como Nemo o Ulises se encuentra ahora en una estación  inimaginable y diferente del viaje de la vida. Temo es en este amargo momento un preso con medidas de coerción, acusado por la procuraduría de su propio partido, y objetivado en el imaginario popular como uno más de esos corruptos cuya ausencia de límites ha borrado cualquier escrúpulo ético.

Mientras buscar a Nemo era aventurarse en los imponderables del mar, buscar a Temo es bucear en lo que la significancia de la escritura deja caer en su valor polisémico. Igual a los demás acusados, Temo defiende su inocencia. Diferente a todos (incluso a Ángel Rondón), es el único que admite haber recibido dinero. “No he firmado nunca contrato alguno con la firma Odebrecht”- pregona al inicio de su carta pública. Y luego cita quienes sí negociaron y firmaron esos contratos: “Víctor Díaz Rúa, Gonzálo Castillo, Radhamés Segura, Vicente Bengoa, ingeniero Mariano Germán, Simón Lizardo y Daniel Toribio”.  Marinero en ruta, aclara de inmediato: “Al indicar esos nombres no estoy formulando acusación alguna respecto de esas personas”-  un cotejo pundonoroso que deja bien claro el objetivo que mueve su carta.  Se intuye, no por lo dicho sino por lo dejado de decir, que la corrupción es un vastísimo sistema circulatorio y la enumeración de esos personajes por parte de Temo no es más que un discurso invertido. Los nombro, no los acuso; esa caterva de ex-pequeños burgueses que han avanzado notablemente en la estratificación social.

Temo se define en el comunicado como un adicto a la verdad, y en lo que respecta al dinero admite haberlo recibido. Pero explica: “He recibido apoyo financiero de parte de múltiples empresarios dominicanos para contribuir a las campañas electorales de mi partido, entre los cuales estuvo el señor Ángel Rondón. Ninguna de esas contribuciones coincide con mi precampaña. Esos aportes fueron hechos en el año 2008, 2012 y 2016, y utilizados en su totalidad en favor del partido al cual pertenezco, en las tareas que me fueron asignadas en dichas campañas electorales”.  El PLD viene de una prédica moral angustiosa, y se empinaron siempre sobre un discurso ético para vender su presencia en el escenario político. Pero nos clavaron en lo impensable, en la violencia estructural, en las alucinaciones y el simulacro. De su discurso a su práctica hay un trecho sinuoso, y se desnucaron al saltarlo. Ángel Rondón, en este drama de la ODEBRECHT es un alter ego, una correa de transmisión. Ángel Rondón no daba dinero de su propio peculio, él era ODEBRECHT, de modo que buscar a Temo es encontrarse súbitamente con la financiación electoral de la campaña del PLD.

Yo no sé si Temístocles Montás es inocente o culpable. Pero sí creo que para entender la mecánica de la corrupción en el PLD hay que leer su carta, y buscar significados no solo en lo que dice, sino en lo que deja de decir. Su afirmación respecto del uso del dinero que recibió viola las leyes del país respecto de la financiación de los partidos, y deja bien claro el hecho de que Danilo Medina sí recibió financiamiento ilegal de ODEBRECHT. Mejor aún, refleja cómo funciona el mercado político dominicano, y la caricatura de “democracia” en la que vivimos. La corrupción tiene múltiples formas de expresión en la sociedad dominicana, pero la más clara es ésa mentalidad que ve como totalmente natural violar las leyes, siempre y cuando se haga desde el poder que debe cuidar su cumplimiento. A quienes les preocupa la historia en movimiento guarden la carta pública de Temo, puesto que la intención comunicante de quien la escribió se traicionó a sí misma, y dejó al descubierto (¿intencional?) todo el andamiaje corrupto del sistema. Hay que salir a buscar a Temo.


Andrés Luciano Mateo
Hoy

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