A juzgar por lo que se ve a diario, el verdadero adversario del candidato oficialista Danilo Medina no es el opositor Hipólito Mejía, sino el presidente de la República y líder del PLD, Leonel Fernández. El creciente y desproporcionado activismo de un presidente con los días contados en el cargo, no deja crecer a su heredero, obligado por las presiones internas a compartir los escenarios con la esposa del mandatario, cuya lealtad política se mueve entre su compañero de fórmula y su amor al hombre con quien comparte un hogar, y al que algunos medios llaman ya el más poderoso y rico de la nación.
Es obvio pues que los esfuerzos a que está obligado Medina superan los de cualquier otro candidato. La figura presidencial lo relega a un plano secundario, muchas veces detrás de su propia compañera de boleta, a quien se promueve incluso como si fuera la candidata. En las extrañas circunstancias en que se mueve, parecería conformarse con la imagen de un político débil, dependiente de un liderazgo mayor en capacidad de trazarle su ruta, con lo cual se le proyecta como un futuro presidente dócil, necesitado de un guía que lo dirija y sostenga, si llegara a alcanzar el mando de la nación.
Tal vez la impresión que más daño pudiera estársele haciendo a su candidatura dentro de sus propios seguidores y a lo interno de la organización, tiene que ver con las razones por las cuales él mismo llegó a aceptar a su compañera de boleta, y es de que sólo ganaría con ella, sin percatarse que su tímido esfuerzo por distanciarse del gobierno, para evitar cargar con el peso del descontento generalizado que reflejan las encuestan, lo convierte de facto en lo que el pueblo llama "más de lo mismo". El creciente activismo político presidencial provoca que diariamente un mayor número de dominicanos se pregunte: ¿Quién es realmente el candidato del PLD? Pregunta que nadie ignora en el entorno íntimo de Medina.
Miguel Guerrero
La Columna de Miguel Guererro
El Caribe
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