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miércoles, 16 de mayo de 2012

Por qué no votaré por el señor Medina



Los dominicanos acudiremos el domingo a los centros de votación para elegir a quien será el próximo presidente a partir del 16 de agosto. Todo indica que habrá un ganador en primera vuelta, lo cual le ahorraría al país el gasto y el trauma de una segunda ronda en la que cabría esperar lo que no se ha hecho todavía, que honestamente debe ser ya muy poco. Es importante que los electores voten con plena conciencia de lo que hacen, a fin de darle valor al sufragio y fortalecer de este modo la democracia, terriblemente débil en materia de institucionalidad y falta de garantías ciudadanas.

Muchos amigos me preguntan por quién yo votaría y si lo haría por el candidato del gobierno, licenciado Danilo Medina. Yo no votaría por él por muchísimas razones, ninguna personal, todas políticas,que paso a enumerar. La primera es que las circunstancias electorales y la debilidad democrática de nuestro país me han forzado siempre a sufragar por el candidato de oposición con mayores posibilidades y esas circunstancias no han cambiado.

Así lo hice por Hipólito Mejía en el 2000 para no validar un nuevo gobierno del PLD, y tuve que volver a votar por el hoy presidente Fernández cuatro años después para evitar la relección del señor Mejía, con éxito en ambas oportunidades. En la siguiente elección presidencial, le di mi voto al señor Vargas Maldonado para expresarme así en contra de la relección del señor Fernández, lo cual no fue obviamente suficiente para impedirla.

Durante los agitados días de las primarias en el PLD, en las que después el señor Medina acusara al señor Fernández de haberle vencido con el uso masivo de los recursos estatales, le expresé mis simpatías al primero acompañándolo incluso como observador en varios viajes al interior en actividades de campaña, la primera de ella por Moca y Salcedo viajando en su compañía en su propia jeepeta.

La siguiente razón por la que no votaría  el domingo por él  es que su partido concentra demasiado poder y un nuevo mandato del PLD, por más que Medina intentara ser diferente y tolerante, acentuaría esa peligrosa realidad y dejaría al país sin una fuerte oposición en capacidad de servir de contrapeso a los excesos de autoridad que ese total dominio de las instituciones nacionales les permitiría, en detrimento de las libertades y los derechos ciudadanos.

No votaré por el señor Medina porque, además, su silencio inexplicable en la discusión de los grandes temas nacionales, bajo la aparente excusa de no producir fricciones innecesarias, me dejó la sensación de que carece de la autoridad y el liderazgo real suficiente para encarar políticamente los grandes desafíos que enfrenta y deberá enfrentar el país en el futuro cercano, es decir en el periodo que le tocaría gobernar si ganara las elecciones.

Me refiero entre otros  al debate de la Constitución, a la demanda de mayores recursos para la educación, como manda la ley que le asigna el 4% del Producto Interno Bruto, la defensa del medio ambiente y las escandalosas denuncias de corrupción, que involucran a connotadas figuras del gobierno que lo promueve y que, según han publicado algunos medios, figuran entre sus más generosos patrocinadores de campaña.

No votaré por él porque no ha dicho "¡eso no!", la caballerosidad política de oponerse a la propaganda desleal, para no llamarle sucia, que sus aliados han desplegado con extrema virulencia, imprimiéndole a la campaña un tono de violencia verbal que ha contaminado todo el espectro electoral y llevado a los demás a una emulación a punto de degenerar en violencia física, lo que afortunadamente no ha ocurrido y espero en Dios no suceda, porque ya contamos con dos muertos, dos hogares enlutados, llenos de huérfanos de afectos y manutención, sin posibilidad que pueda haber justicia para consuelo de los deudos.

No votaré por el señor Medina por muchas otras razones valederas, pero sobre todo porque vivo todavía en un país libre y como ciudadano libre estoy en pleno derecho de decidir sin miedo alguno por quien votar y con quién reunirme, aunque tenga la absoluta convicción de que al reclamar ese derecho , que no me reconocerá el señor Medina, me exponga a muchas cosas, lo cual indica la terrible debilidad institucional en que vivimos y la deprimente democracia que no acaba de llegar a serla pese a medio siglo de práctica tortuosa y deficiente.
Miguel Guerrero
La Columna de Miguel Guerrero

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