Las protestas populares no suelen ser simpáticas entre los empresarios y los gobiernos porque atentan contra los privilegios y la estabilidad que ambos tienen que defender utilizando a las Fuerzas Armadas y la Policía porque de lo contrario las masas encolerizadas derrumbarían su sistema de injusticia social.
Para una buena parte de los empresarios y del gobierno, cual quesea, nunca hay condiciones para las protestas, son políticas y planificadas para derrocar las autoridades legalmente constituidas, lo que justifica la represión policial.
Su prensa llama “revoltosos”, “delincuentes”, “bandoleros” y hasta “criminales”, a los que organizan movilizaciones, huelgas, etc., que en ocasiones se tornan violentas, no siempre por sus promotores, sino por las acciones de elementos infiltrados de las Fuerzas Armadas, la Policía y el siniestro DNI (Departamento Nacional de Investigación).
En este país siempre hay razones para la protestas. ¡Siempre! Nada ha cambiado. Al contrario. Cada día hay más motivos. Porque cada día hay más pobreza, más desigualdad social y menos equidad en la distribución de las riquezas. Y más corrupción, y más robo de los recursos del Estado. Y más impunidad. Y más desprotección de los recursos naturales renovables y no renovables del país.
En un país con el 60 % de su población en la pobreza, una buena parte sin servicios vitales como agua potable, servicio eléctrico, hay que protestar.
En un país sin educación, salud, vivienda, seguridad ciudadana y social, hay que protestar.
En un país donde las exenciones fiscales empresariales superan por mucho los cien mil millones de pesos, donde el contrabando y la evasión fiscal de los poderosos son incalculables, hay que protestar.
Pero a las muñecas de la mafia empresarial no le gustan las protestas y llaman delincuentes a los que encabezan la lucha popular porque el país, su país, está muy bien. El país que está mal es el de los que padecen las consecuencias de un modelo que excluye a la mayoría de sus ciudadanos y los coloca en condiciones de marginalidad y pobreza extrema.
Esas “damas petulantes, esposas de sus señores”, como dice el cantor Víctor Manuel, guardan silencio frente a la corrupción y el saqueo del que es víctima el país constantemente.
El pueblo tiene derecho a la movilización, el paro, la huelga nacional. Tiene derecho a la desobediencia civil, a revocar mandatos. El pueblo es el soberano. La Constitución de la República le reconoce esos derechos que las muñecas de la familia empresarial le quieren negar.
Lamento y repudio la muerte de un balazo de un coronel. Y reclamo justicia. Pero al mismo tiempo pido justicia para los ciudadanos que todos los días son atropellados y asesinados por la Policía, sin que nadie diga, ni haga nada. El asesinato de un ser humano, no importa cómo se llame, siempre constituye una tragedia.
Si este país no le perteneciera a 22 familias, según el libro del colega Esteban Rosario, no habría tantas razones y motivos para las protestas populares; si hubiera más equidad, menos privilegios, menos corrupción, menos saqueo y menos robo del patrimonio nacional. ¿O no tengo razón?
Juan Taveras Hernández (Juan TH)
@juantaverash
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