Puede que sea lugar común pero no por ello el aforismo es menos cierto: la calumnia es la guarida del cobarde. En ella cree estar a resguardo incluso de sus propios demonios, esos que reflejados en el espejo le hacen sentir, sin que pueda evitarlo, un recóndito pero insidioso asco de sí mismo.
En esta sociedad de cómplices, los calumniadores abundan, no puede ser de otro modo. Necesitan la calumnia para sobrevivir y agotan sus energías pretendiendo achicar al diferente en el intento vano de tenerlo cerca. Reptan y los erectos los llenan de vapor. Vomitan porque el vómito es su ADN.
Huérfanos de todo atisbo de decoro, son agentes libres del más rapaz de los servilismos. Quien más pague mandará en sus adhesiones. Ese que pague puede ser Trujillo o un banquero defraudador, y al servicio de estos amos harán todo lo imaginable: desde arriar prostitutas a una iglesia hasta pretender demostrar en un tribunal que el fraude es virtud empresarial.
No tienen una sola idea presentable y por eso se escudan en el insulto y en la desesperada descalificación del otro cuya dignidad los ciega. No, no intimidan, son patéticos y ridículos. Desechos en la sentina de un sistema político que los usa para que hagan lo que siempre han hecho: el trabajo sucio. Y lo saben.
Admitamos que pueden llegar a molestar, pero más por una cuestión estética que ética. Son un espectáculo desagradable, pero espectáculo al fin y al cabo.
Fernando Savater lo explica didácticamente. Se vale de una metáfora antropomórfica para establecer la distinción entre el carácter libre y el carácter siervo. El primero corresponde al león y el segundo, al ratón.
El ratón está dispuesto, dice el filósofo, a hacer lo que sea contra los demás para prevenir que lo hagan contra él; el león está convencido de que hace a favor de sí mismo lo que hace a favor de los demás. “Ser ratón o ser león: ¡he aquí la cuestión!”.
Porque entre ellos la diferencia es tal que descarta el equívoco, la parte decente de la sociedad reconoce sin titubeos quién es león y quién es ratón entre Juan Bolívar Díaz y Vincho Castillo. El resto no importa.
Margarita Cordero
Editorial 7dias.com.do
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