El Gobierno tiene que admitir que la criminalidad le ha tumbado el pulso y que se requiere de un segundo aire para retornar al cuadrilátero con alguna esperanza de derrotar a ese flagelo que se ha apoderado del control del sosiego ciudadano. En las últimas horas, delincuentes asesinaron a un empresario en La Vega, un policía en Haina y un homosexual en la avenida Ortega y Gasset.
Antes, se produjeron los asesinatos de dos extranjeros, un taxista y las heridas infringidas a dos turistas durante un atraco en una habitación de un hotel. Los asesinatos, atracos, asaltos, violaciones parecen matrimoniarse con la cotidianidad, al punto que en municipios, como Santiago, la gente literalmente ha sido secuestrada por la delincuencia. Se requiere con suma urgencia que Policía, Procuraduría General y los ministerios de Defensa e Interior y Policía reaccionen ante tan difícil situación y desalojen a los delincuentes de las calles, antes de que sea muy tarde.
Duele saber que la mayoría de los asesinos y sicarios que controlan las calles y vecindarios son delincuentes reincidentes que están en libertad por negligencia, complicidad, impunidad o lenidad de jueces, fiscales, policías y políticos. La situación es grave y requiere la atención del Gobierno.
Cójanlo
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