Miguel Vargas Maldonado acaba de decir que las finanzas del PRD en el 2013 reflejan la vida de ese partido y que allí todo es transparente. Si ese es su criterio, y con él quiere seguir aspirando a la presidencia de la República, habría que ponerse las manos sobre la cabeza y clamar por la bondad y la bendición divinas.
Pero la respuesta de Miguel Vargas a los cuestionamientos éticos se parece mucho a respuestas anteriores sobre decisiones comerciales o políticas suyas.
Ahora sería responder por los pagos a 42 asesores, pagos a los abogados que le sirven, pagos de locales que no existen, pagos de viajes y gran turismo de Peggy Cabral, pagos a una asistente de un miembro titular del Tribunal Superior Electoral, pagos de una caterva de dirigentes que no tendrían forma de justificar los supuestos gastos en los que habrían incurrido.
Cuando Sobeida Feliz Morel declaró al fiscal del Distrito Nacional, Alejandro Moscoso Segarra, que Figueroa Agosto le había realizado donaciones por 300 mil dólares en la campaña electoral del 2008, y le había regalado una jeepeta Mitshubishi blanca, Vargas Maldonado guardó silencio por varios días, para concluir que diciendo que negaba esas donaciones.
Cuando se denunció que había recibido un préstamo de 15 millones de dólares del Banco de Reservas, previo a las elecciones del 2012, y que los malabares políticos estuvieron envueltos en esa negociación, dijo que se trató de una transacción comercial legítima. Y entregó a los medios documentos del Banco de Reservas en los que se certificaba que el préstamo estaba en la categoría de incobrable. Ni él ni sus 42 asesores se percató que el Banco de Reservas emitió una certificación diciendo que estaba en la categoría de incobrable.
Cuando se le han mostrado documentos, como la repartición que hubo en el PRD de Baní, guarda silencio y se regodea en que el silencio es una forma de hacer que las cosas impropias, amañadas, vergonzosas de la política, se olvidan si el denunciado las niega. Aún sea de palabra.
La forma de hacer política de esta dirigencia política del PRD resulta, al menos, extraña a la tradición que siguieron los dirigentes históricos del perredeísmo, por mencionar al más insigne y agraviado, el doctor José Francisco Peña Gómez, quien siempre fiel a las normas y procedimientos, rendía cuenta. Ahora no. Ahora no existen los organismos, el local de ese partido es un coto cerrado, las finanzas son un instrumento para controlar voluntades y la democracia interna se fue hace tiempo a la misma porra.
Los partidos políticos que pretendan dirigir la administración pública tienen que ser transparentes en sus actuaciones. Si no lo son, la ciudadanía debe enviarlos al cementerio de los trastos inservibles.
Los líderes políticos que entiendan no tienen obligación de rendir cuentas, y que cuando se les cuestiona dan por respuesta el silencio, también habría que revisar su proceder, porque carecen de la honestidad, la templanza y el respeto del dinero público, algo fundamental para el país ante quienes pretenden dirigir el Estado.
Editorial Acento
Acento.com.do
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