El lenguaje coloquial está lleno de sabiduría. sin complicaciones conceptuales describe la realidad con, a veces, desasogante precisión. Decir, por ejemplo, "la pava ya no pone donde ponía", es saber, sin devanarnos los sesos, que las cosas han cambiado de manera notoria. Lo que fue, ya no es, sino otra cosa; quizá incluso su contraria.
Es lo que sucede con la aceptación político-electoral de Leonel Fernández. En sus primeros cuatro años de gobierno, que le regalara Joaquín Balaguer, echó la zapata de un poder sin fracturas. De esto se convenció ciegamente durante los otros ocho años, de 2004 a 2012, en que ejerció una presidencia omnímoda.
Enamorado de sí mismo, Fernández se persuadió parejamente de que sus innatas dotes intelectuales y políticas le conferían calidad de taumaturgo. Podía hacer prodigios. Coqueteó con la reelección –no olvidar los dos millones de firmas puestas a sus pies por Félix Bautista en el Palacio de los Deportes—, y si finalmente no la intentó, nada tuvo que ver la prohibición constitucional sino la palpable evidencia de que los poderes fácticos no cejarían en lograr un respiro del agobio provocado por la corporación que él fue creando con precisión de relojero.
Obligado a irse, armó un andamiaje político-jurídico que hiciera inexpugnable su guarida. Y se despidió confiado en que el paréntesis abierto en 2012 era tan solo subsanable contingencia. Ciego a lo que no sea su autoimagen, ha desdeñado siempre la realidad. Como Mark Lilla atribuye a Platón haber dicho de Dionisio el Joven, Fernández ha querido estar al sol y solo ha conseguido quemarse.
Porque eso es lo que expresan las encuestas. Para alguien que, como él, cree reinar indiscutido en el Olimpo de la sabiduría intelectual y la sagacidad política –tampoco olvidemos aquello de no debatir con sus contrincantes por incapaces de “conceptualizar”— estar a solo cinco puntos favorables de “Llegó Jajá”, y no poder imponerse en primera vuelta en caso de que sea candidato del PLD, debe tener el gusto del acíbar.
Y es que, definitivamente, “la pava ya no pone donde ponía”. Mientras Fernández continúa interpretando cada aplauso, incluso el de lumpenes paleros, como un tributo a su liderazgo que reciproca con el signo de la victoria, la sociedad se mueve en sentido contrario: se pregunta y desmitifica.
El blindaje político-jurídico con el que creyó abandonar el poder tiene graves hendiduras. Al exhibir sin pizca de recato sus partes pudendas, los súcubos de Fernández lo han desfavorecido más de lo que pudieran hacerlo sus más enconados adversarios. Sus complicidades con el proyecto leonelista de supremacía absoluta no solo han hecho agua; se han convertido en búmeran.
Las encuestas, como suele decirse, son la fotografía del momento en que se aplican. No son predictivas, sino descriptivas. En todo caso, y analizando las últimas tres más reputadas, hay que concluir en que, de momento, Fernández “está feo para la foto”.
Margarita Cordero
LA OPINIÓN DE LA DIRECTORA
www.7dias.com.do
http://www.7dias.com.do/editorial/2014/11/12/i176388_pava-pone-donde-ponia.html#.VGYyOyOG_Hg
No hay comentarios:
Publicar un comentario