¿Cuándo será que los políticos del patio dejarán de comer frituras, besar ancianos, agarrar bebés y sentarse en comedores con una cuadrilla de simpatizantes que solo ven en los tiempos pre-electorales?
¿Cuándo será que esa demagogia vernácula dejará de repetirse incesantemente cada cuatro años en busca de esos votos anhelados, regalando muñecas y bicicletas y al mismo tiempo proclamando en cada barrio, esquina o colmado que se detienen las eternas y gastadas promesas de campaña que con el paso de los años ya perdieron su encanto y brillo?
¿Es que no tienen asesores actualizados en materia de comunicación y estrategia política?
Observar el comportamiento caricaturesco y la manera del ejercicio de proselitismo político en todos esos hombres y mujeres que desean encaramarse a la silla presidencial es digno de estudio.
No hay manera de cambiar la forma ni el estilo, es lo mismo que hacen todos desde largas décadas atrás, salvo que algunos con el “feeling” que da la buena vida política, no se quitan sus Rolex para ir a darse esos costumbristas baños de pueblo y que ese mismo pueblo que ignorante deposita sus votos en ellos observe con deleite su “digno progreso” en la sociedad.
Al parecer no existe otra manera de promocionarse políticamente y dar a conocer un seudo programa electoral copiado de lo ya existente, que ronda siempre en las mismas frases grandilocuentes.
Este arquetipo de político demagogo es lo que hemos consumido desde siempre.
Como país con cierta mentalidad paleolítica en muchos temas en pleno siglo XXI, cuando el mundo va cambiando apresuradamente y la clase política en otros países se reinventa constantemente en sus modos y discursos por lo gastado de su oficio y la corrupción, aquí en el país en este aspecto como en otro más, vamos como el cangrejo.
Sin olvidar que todos andan con un séquito detrás y acuden así a todos los programas de radio y tv… ¡Atraso!
En ese sentido, no existen debates políticos de altura, mítines que valgan la pena presenciar, reuniones de alto contenido en temas socioeconómicos, de la mujer, de la juventud, infancia, sino todo lo contrario, agarran un micrófono y promueven su postulación, vendiendo el oro y el moro a un pueblo sin memoria política y una música estridente que no sirve de nada.
Ahora bien, comer frituras o mondongo con las mangas de camisa remangadas, ¡eso sí!
Dunia De Windt
El Día
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