La gente se pregunta qué habrá impulsado al expresidente Leonel Fernández, con tan alta tasa de rechazo, a lanzar su precandidatura presidencial, mientras la popularidad del presidente Danilo Medina se afianza y crece un movimiento a favor de una reforma constitucional que le permita presentarse para un segundo mandato. La respuesta varía según la persona interesada en descifrar el enigma. Un empresario donante de Funglode me dijo que esa fundación, que le cuesta al líder político decenas de millones de pesos al mes, no tendría con qué sostenerse si él dejara de ser una opción de poder.
Un partidario suyo me confesó que el señor Fernández teme verse involucrado en asuntos legales, si su compañero de partido, el juez de la Suprema que conoce el expediente de corrupción contra su protegido el senador Félix Bautista lo envía a juicio de fondo, aunque dice estar seguro que tal cosa no sucederá por su control del Poder Judicial, control que pudiera perder si su vida presidencial tocara a su fin. Un legislador de oposición sostuvo que el hombre oscila entre dos ráfagas de viento, la que se mueve impulsando su reelección diferida, ya ha sido tres veces presidente, y la que ha traído el capo Quirino Paulino Castillo, quien sostiene haber sido financiador de una de sus campañas, vientos que, al parecer, soplan con más intensidad sobre su reputación e imagen política.
En los ambientes diplomáticos se baraja la tesis de que el señor Fernández trata con su lanzamiento de fortalecer su capacidad de negociación a lo interno del PLD, quedando en posición de ceder una aspiración sin suerte alguna frente a una robusta maquinaria que busca la reelección del Presidente. La razón es obvia. Lo que se juega en el oficialismo no es sólo la candidatura presidencial y el control del Congreso y los gobiernos municipales, sino también el liderazgo del partido, una nave como cualquiera otra donde sólo cabe un capitán.
Miguel Guerrero
La Columna de Miguel Guerrero
elCaribe
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