Vincho Castillo.
El país debe saber la verdad: el Estado dominicano fracasó en aportar seguridad ciudadana porque fracasó en el combate a la drogadicción y en repeler el narcotráfico. Y el fracaso del Estado fue el fracaso de las políticas del doctor Leonel Fernández y de su favorito Marino Vinicio Castillo, a quien le entregó la política antidrogas, y de paso el Consejo Nacional de Drogas, la Dirección Nacional de Control de Drogas, la Policía Nacional, el Departamento Nacional de Investigación y alguna influencia adicional en los departamentos de inteligencia de las Fuerzas Armadas Dominicanas.
El brote extraordinario de la delincuencia, que hoy padece el país y que ha obligado al gobierno a lanzar a los miembros de las Fuerzas Armadas a las calles, es el resultado de las malas políticas antidrogas auspiciadas, inventadas y puesta en práctica por el Estado por recomendación del doctor Marino Vinicio Castillo.
Castillo ha sido, desde hace varios años, responsabilizado de otras dos políticas del gobierno. La decisión fue del doctor Leonel Fernández y le ha dado continuidad el presidente Danilo Medina. La política migratoria, por vía de la Dirección Nacional de Migración, fue entregada al doctor Castillo y a su partido. Y con ella el país ha fracasado en forma estrepitosa, hasta el punto que estamos en los cuatro puntos cardinales, desacreditados y tenidos como salvajes. La pasada semana un agente de migración asesinó a palos a un haitiano, como ejemplo de lo que estamos enviando al mundo como resultado de nuestra política migratoria, amén de la desnacionalización de ciudadanos. Eso es el resultado del vinchismo en el tema migratorio.
Y la otra gran política que le fue entregada al doctor Castillo fue la ética, exactamente la que tiene más ajena esta gente, porque son los que se han responsabilizado de las campañas sucias y los que han heredado lo peor de la política dominicana, desde el trujillismo, pasando por el balaguerismo en su peor expresión, hasta concluir en el leonelismo, que el ex presidente trucó y le llamó vinchismo.
No hay lucha contra la corrupción, y por ello cualquier cosa puede pasar en el Estado dominicano, desde vender un pasaporte diplomático a un traficante de armas del Líbano hasta quedar en la lista de los países más corruptos del mundo. Y eso no tiene nada que ver con nuestra institucionalidad ni con nuestra tradición democrática como nación.
La delincuencia que ha resultado desafiante para las autoridades, que se han visto obligadas a lanzar miembros de las Fuerzas Armadas a patrullar, es el resultado de las políticas antidrogas personalizadas, dedicadas a ver el problema en los partidos políticos adversarios. Cuando se analice lo que ha hecho el país en estas batallas, y se descubra -como dijo recientemente el procurador general de la República-, que el 80 por ciento de la droga que se incinera es falsa, descubriremos asombrados la farsa en la que hemos sido espectadores.
Si hay delincuentes asaltando personas en las calles, es porque hay impunidad, es porque hay pobreza, es porque hay unos pocos ricos y millones en la miseria, y sobre toda mucha ostentación. Hay funcionarios del gobierno, con hijos y nietos, que tienen una parte del Ejército Nacional y de la Policía Nacional a su servicio. No les preocupa que haya delincuencia, porque van y vienen protegidos, utilizando armas de guerra, y con prepotencia para demostrar a todo el mundo que tienen el gobierno en sus manos, incluyendo el poder de detener la reforma de la Policía Nacional.
El fracaso es del gobierno, y del Partido de la Liberación Dominicano, que ha visto crecer en sus entrañas el germen más perverso en el ámbito político e institucional, y que lo ha aupado, incluyendo la protección y defensa de proyectos como el de los rayos X, rechazado por el sector empresarial.
Y pese a ello, mientras crece la delincuencia, Vincho Castillo sigue diciendo que hay un plan para desestabilizar el gobierno, que los asaltos a gentes de los medios es para demostrar que se puede destruir cualquier cosa. Solo falta que le atribuya el plan desestabilizador a la inexistente oposición dominicana.
Abramos los ojos, y tengamos agudeza para ver la verdadera fuente de muchos de los grandes problemas de este país.
¿Qué hace el gobierno de Danilo Medina para resolver el enorme problema que ha ido creando la FNP con la dirección de Migración?
¿Qué hace el presidente para responder a la sociedad y cumplir su promesa de un gobierno ético con la inoperancia de la Dirección de Ética e Integridad Gubernamental que dirige Vincho Castillo?
¿Qué hará Danilo Medina con el pacto ético que firmó con Participación Ciudadana, para poner en marcha unos puntos de su programa de gobierno, que nadie sueña siquiera que se cumplan?
¿Qué hará el gobierno con las declaraciones juradas de bienes mentirosas de muchos funcionarios del gobierno, incluyendo las de los funcionarios de la parte ética, que debían servir para higienizar la burocracia oficial?
Son muchas las preguntas y pocas las respuestas. Mientras quienes orienten la parte del Estado para enfrentar a los delincuentes sean los que tiene el gobierno, no hay esperanza de que el Estado delincuencial cambie. Esa es la realidad. La naturaleza de las cosas se conservan, y esa realidad nadie ha podido cambiarla en la historia de la humanidad.
Editorial Acento
acento.com.do
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