Los partidos políticos son mecanismos de participación ciudadana en el sistema democrático. Para esa delicada misión, de los impuestos que paga el pueblo, reciben ayuda del Gobierno. El PRD recibe 17.6 millones mensuales y aumentará cuando se inicie la campaña. Por la forma como manejan el partido, a los ciudadanos le preocupan los fines de este dinero. Parecería que se invierten en un negocio o juguete privado, no en una institución necesaria para el desarrollo armónico de la nación.
Miguel Vargas funge de presidente del PRD. Es empresario. Dicen que su método como gerente empresarial le ha dado resultado en los negocios privados. Se asegura de tener una estructura controlada. Cada ficha en su lugar, “dos por dos son cuatro”. De sus acciones públicas se deduce que ama el poder y los bienes materiales. El sentir y necesidades del pueblo no se perciben como prioridad. Con ese modelo dirige el partido. Los resultados han sido desastrosos.
Su rostro duro, que no sonríe ni proyecta emociones lindas, es la marca de sus empresas. Es una manera de decir que se está en negocio, que se debe mantener la distancia, no dar confianza. Que se perciba la forma, no el fondo.
Esa actitud no encaja con su rol de político, pero ¿quién dijo que pretende ser político? Los políticos piensan en el pueblo. Miguel es un hombre de negocios. Entonces, ¿qué lo motiva a estar como presidente del partido? Oh, ¡los negocios! Ser Gobierno, administrar los bienes del pueblo, es la mejor empresa ¡Lo máximo! para tener ganancias por todos lados. Si no llega a la silla presidencial, dirigir un partido es la plataforma ideal para acercarse y negociar. Los partidos políticos son minigobiernos. Abren puertas, facilitan negocios. Miguel lo sabe.
Con el lema de “fortalecer, disciplinar y organizar el partido”, justifica sus acciones, las arropa. Saca del entorno, a los que realmente amaron a Peña Gómez por sus principios y lucha a favor de la mayoría. El alma del partido llora. Nadie proyecta alegría y menos paz interior, ni siquiera sus incondicionales seguidores. De una u otra forma, los ha lastimados: Dividió la cúpula, sustituyó y expulsó dirigentes vitalicios, cerró puertas a fundadores, a su manera, prepara el padrón electoral, evade la Convención y selecciona los miembros de las organizaciones o comisiones. Es el dueño del partido, ley, batuta y Constitución.
El PRD no está siendo preparado para llegar a la Presidencia de la República, sino para negociar con el mejor postor. Es la manera más fácil de hacerlo rentable sin coger lucha con un pueblo analfabeto y hambriento. Con solo mantenerlo frenado, las ganancias son altas para un grupo y el cliente. ¿Y la ética? ¿Y la unidad del partido? ¡No ombe! Eso es de político y se esta en negocio de alto nivel. No va a perder el tiempo en eso.
Miguel no tiene motivos para afanarse por una Convención. Basta “una miradita cómplice y a la distancia con el cliente.”. El proyecto se lo puede vender, hipotecar o arrendar. Solo aspiraría a la Presidencia para promover el producto, hacerlo atractivo y luego endosarlo. Como dueño del negocio, hace lo que quiere. Nada de sentimentalismos. Remodeló el edificio principal y compró vehículos para acomodar el reinado. Ya buscará la forma de que los “lacayos” obedezcan, fortalezcan el trono y se inclinen reverentes.
Ojalá esté equivocada pero así percibo el PRD presidido por Miguel. Un instrumento de negocios. Prefiero no hacer proyección de cómo lo visualizo si llegara a primer mandatario. Cabe señalar que la opinión que tengo de los demás líderes de ese partido es desconcertante. Quizás por no saber de política, no entiendo sus reacciones frente a estas acciones.
Es triste observar que el principal partido de oposición, que se sostiene con impuestos de los pobres, lo manejen con criterios mercantiles, cuando el Gobierno necesita contrapeso en sus decisiones, luces y fuerza para combatir la pobreza y corrupción. ¡Me duele esta situación!
Venecia Joaquín
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