Algunos se asombrarán con la interrogante por lo obvio, pero la apariencia no es la esencia. Para empezar, Danilo Medina no es un pensamiento, lo verdaderamente antitético a su ser es el pensar. Se le podría definir como un pragmático, no en el sentido de la filosofía desplegada por William James, sino en tanto la conveniencia y la oportunidad eximen de todo principio, ético o religioso, en aras de lograr sus objetivos.
No hay que hacer calistenia mental para demostrarlo: el mismo hombre que abominaba de la reelección porque “desestabiliza el Estado, propicia la corrupción, y hace que todas las instituciones públicas se pongan al servicio de quien se reelige” (SON SUS PROPIAS PALABRAS); acaba en el falseamiento de sí mismo, y se desdice, y juega a ser Dios, empinándose sobre el paternalismo y la miseria ancestral.
Lo malo es que le construyeron una efigie sublimada, y quiere que todos le crean. El fuerte aparato propagandístico ha hecho que él mismo se sublimice con la desfiguración que le han construido. Hace unos días fue capaz de decir que “él era un hombre que cumplía siempre su palabra”, eructando un fuerte olor a “tiburón podrido”.
El gran éxito inicial de Danilo Medina fue hacernos creer que él era lo inverso de Leonel Fernández. Comenzó por minar la credibilidad menguada del expresidente, labró la metáfora del maletín lleno de facturas, amagó con llevar a la justicia a los funcionarios más emblemáticos de la corrupción de los gobiernos leonelistas, regó como pólvora el monto del déficit fiscal dejado por Leonel, tiñó con tinte nacionalista el rechazo al contrato firmado por Leonel con la Barrick Gold, ligó al expresidente con el narcotráfico armando la jugada de traer a Quirino, desmembró a los seguidores del leonelismo comprando sus votos en el Senado y en la Cámara de Diputados, y alteró considerablemente a su favor la correlación de fuerza en el comité político y en el comité central. Luego hizo del Estado una piñata con los partidos de tradición clientelar, e impuso la reelección. Esa cartografía simple nos dice con toda claridad quién es Danilo Medina. Un ser entregado a las cosas, ama el poder más que a todo, y es el cínico (en el estricto sentido de su etimología) que prometiendo la felicidad no le importa conducirnos a la desventura.
No es un proyecto social, ni una idea. Su verdadera naturaleza de dominación es una manipulación grosera que tiende a evaporar con propaganda la realidad que ha impuesto el modelo político. Ni siquiera ha tocado con el pétalo de una rosa el modelo peledeísta que Leonel Fernández impuso a la sociedad.
Se montó sobre ése modelo para empujar la reelección, y lo reproduce en un nivel más alto. Un modelo erigido sobre una Constitución, la del 2010, cuidadosamente zurcida para mantenerse en el poder; un modelo con sus “Altas cortes” de partidarios y socios del PLD con togas y birretes para garantizar la impunidad, un modelo de financiación del partido a través del presupuesto, un modelo que gobierna a su antojo el Tribunal Electoral, la Junta Central Electoral y la Cámara de Cuentas, un modelo cuyo esquema de control ha domesticado a la clase media, y la ha condenado a la incertidumbre, y la ha frisado en la angustia de verse descender todos los días; un modelo que emplea el asistencialismo como forma de control de las masas, un modelo pervertido por la inequidad, un modelo que incentiva la violencia y la delincuencia, un modelo cuyos paradigmas sociales exitosos son políticos ladrones, farfulleros, cínicos y mentirosos.
Y Danilo Medina no puede encarnar la negación de ése modelo, que ahora beneficia y consolida la hegemonía del grupo económico que le acompaña en el gobierno. Y en esto sí hay una diferencia importante entre Danilo Medina y Leonel Fernández. En el gobierno del presidente Fernández sus rentistas engordaron dentro del Estado revolcándose en el presupuesto público directamente. Ahí labraron sus fortunas. Los rentistas de Danilo Medina vienen de afuera del PLD. Son inversionistas que ahora pretenden hacer pasar el proyecto de la reelección como si fuera una cruzada patriótica.
La reelección no es otra cosa que la continuidad del modelo, y Danilo Medina una construcción que usa el Estado para tratar de hacerlo posible.
Andrés Luciano Mateo
Hoy