Existen quienes tienen por hábito disfrazar la verdad, una sutil manera de mentir. Se habla de las medias verdades, las mentiras piadosas, las medias tintas, entre otros tipo; la realidad es una, hay mentirosos y veraces, no hay puntos medios.
En los medios de comunicación con frecuencia se desmiente lo que algún comunicador o personaje público dice o escribe, ya que en estos medios muchas veces se especula, se ponen cosas en boca de otro, o el que dice algo, a veces se arrepiente y apela a la mentira como mecanismo de autodefensa. También es sabido que hay voces y tintas compradas, comunicadores al servicio del mejor postor, situación que los obliga a retorcer la verdad a favor de sus contratantes y a abrazar a veces causas moralmente indefendibles. Víctor Navasky, Director Editorial de la revista The Nation, de los Estados Unidos, en un forum realizado por el Centro de Estudios de la Prensa The Freedom Forum, dijo lo siguiente: “La profesión del periodista tiene su centro de valor en la verdad, por lo tanto, uno no puede mentir. Esa es la línea que no se puede cruzar: Esto es un llamado a un comportamiento ético en la comunicación.
Sin embargo, la soledad sería vuelto mentirosa. Mienten los políticos con una frecuencia que espanta, como si creyeran que los demás no tienen memoria. Recuerdo una tira cómica del Washington Post que decía: “Un candidato conversa en la calle can un amigo, le dice, voy a tener que despedir al escritor de mis discursos”; ¿Porqué? le pregunta el amigo, y el responde... “ya nadie le cree”.
Mienten los funcionarios de turno como forma de reducir el impacto de la realidad socio-económica de los pueblos, manipulan estadísticas, cambian la forma de valorar índices socio-económicos, mienten sobre los niveles de analfabetismo, de pobreza, de criminalidad, de desempleo, con el argumento de que “afecta la inversión extranjera a el turismo”. Y se hace con tanta ligereza y cotidianidad, que la mentira se convierte en un axioma que no necesita ser demostrado. Y lo peor es que la única reacción que muchas veces provoca es la indiferencia.
Mienten los empresarios que históricamente, ocultan parte de sus beneficios, con registros contables múltiples y de mil y una formas, para no pagar debidamente los impuestos o para no compartir beneficios con los empleados que le han ayudado a generar las riquezas que disfrutan.
La mentira se ha convertido en un arte, como lo plantea el dramaturgo español Juan Ruiz de Alarcón en su obra “La verdad sospechosa”.
Sin embargo, la palabra de Dios plantea la mentira como uno de los siete pecados capitales, el sabio Salomón en Los Proverbios 6: 16-19 dice:
“Seis cosas aborrece Jehová, y aun siete abomina su alma. (1) Los ojos altivos, (2) la lengua mentirosa, (3) las manos derramadoras de sangre inocente, (4) el corazón que maquina pensamientos inicuos, (5) los pies presurosos para correr al mal, (6) el testigo falso que habla mentiras, y (7) el que siembra discordia entre hermanos: Como podemos ver los números dos y seis, tienen que ver con la mentira, como comportamiento repudiado por el Padre.
Creo que la sociedad se ha enfermado de mitomanía, trastorno psicológico consistente en mentir patológica y continuamente. Lo grave de esta enfermedad es que los que la padecen terminan creyéndose que sus mentiras son verdades absolutas. Intuyo que la sociedad de hoy ha decidido de manera colectiva aniquilar poco a poco la verdad, que por demás, creo ya está grave de muerte.
Natanael Santos
Hoy
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