José León, desnudando el progreso
A “discursazo” limpio. Por un discurso reciente, “tremendo buscapies” que busca conciencias e íntimas convicciones, me viene a la mente asociativa, no corporativa, con las consabidas reservas, la vieja fórmula de grabar siempre estos renglones de riqueza, entre los arrebatos de esos espasmos impositivos que se hacen para nada que no sea mantener la vieja maña del “teje y maneje”, y justificar la proverbial ineficiencia de siempre.
“Tabaco, ron y cerveza”; hasta que Colón baje el dedo, hasta que el asunto “bote el forro”, como si todos los gobiernos quisieran “matar la gallinita de los huevos de oro” en un país donde lo más difícil es producir lo que sea que produzca empleos, y los muchos empréstitos que se hacen no se utilizan en actividades productivas.
No importa que vuelta se le dé al pandero. No importa lo que se diga, lo que deje de decir, cómo se diga: Que tengamos más de seis millones de pobres no solo es una vergüenza para nuestra democracia, sino también un peligro para la estabilidad del país.
No hay que darle más vueltas, tenemos una democracia sin el contenido social que la justifique. No podemos vivir, y esto es definitivo, entre cuentos de camino, préstamos internacionales y cargas impositivas.
Administrar y repartir pobreza siempre ha sido un mal negocio. Pero repartir la poca riqueza que se produce entre un grupito de “pendejos ilustres y solemnes”, por obra y gracia del poder y sus lógicas morrocotudas, es una tragedia desastrosa.
Hay que aprovechar cualquier oportunidad para recalcarlo, y lo del discurso ese, viene al caso porque toca lo que tiene que tocar, justo en el momento indicado.
Tabaco, cerveza y una alocución
Por la gentileza del licenciado Hatuey Decamps he obtenido íntegro el discurso de José León y pienso, sinceramente, que la pieza debe ser leída por todos los ciudadanos que les importe el futuro de la nación, no solo por quién lo dijo, dónde y cómo lo dijo, sino por lo que dijo tan bien dicho, que debe poner a toda la clase política a reflexionar, porque siendo palabras y palabras y solo palabras, obligan a una toma de conciencia necesaria e impostergable.
Con estruendo de “trabuco naranjero”, León disparó a “boca de jarro”, no por oportunismo, sino quizá por lo que decía Bolívar, sobre la conveniencia de que “el que manda tiene que oír las más duras verdades”.
Y José León las dijo frente al Presidente, con objetividad, con serenidad, como quien habla por todo el sector que representa. Con auténtica preocupación ciudadana, pero con la pertinencia de ser cabeza de un grupo empresarial que aporta mucho al fisco y suple muchos empleos y estimula actividades culturales, educativas y de entretenimiento, tan necesarias para garantizar una paz social que por la pobreza creciente también está amenazada.
Los políticos que no hacen oposición fueron sobrepasados; los que la hacen con poca resonancia, encuentran en esta voz del empresariado nacional, les guste o no, un bastión donde apertrecharse para seguir su labor con fe renovada, para nutrir sus programas y sus propuestas con un documento que podría bien, más allá del diagnóstico situacional o la denuncia, ser la base del tan cacareado proyecto de nación.
Tras lo expresado sobre la futilidad social del crecimiento económico, la falta de seguridad ciudadana, vital para la garantía de las actividades productivas; la lacra social del desempleo, la falta de educación y de salud.
La vergüenza galopante de la corrupción en todos los órdenes, síntomas entre otras cosas de la crisis moral que padecemos, y la gravísima amenaza del narcotráfico y sus delitos colaterales, son en resumen vectores perversos que emplazan nuestra democracia y con ella nuestro futuro como nación.
“Desnuda el progreso” que se alude como lema continuista con verdades y estadísticas, como si siendo caminante resolviera el enigma patético de la efigie que interroga el porvenir del transeúnte.
José León, entre líneas, adereza sus pronunciamientos renegando del uso y abuso de aquellas teorías y más teorías que como articulaciones pérfidas han sido golosinas para fomentar nuestra resignación.
Habla, en cambio, de “pensar juntos” como si aludiera a lo que ha dicho el Presidente de conceptualizar, consensuar, dialogar, hacer acuerdos, comisiones y cumbres, de las que también nuestra tolerancia está cansada.
Quizás el señor León, “sin querer queriendo”, por delicadeza o para no contaminarse con la politiquería barata que es tan cara, no dijo en esta hora que la solución es democráticamente más simple.
“Pensar juntos” para ponernos de pie y construir airados y muy “jartos” de ser engañados, una nueva voluntad política que construya el país que todos soñamos y que todos nos merecemos, dejando atrás como un mal recuerdo los derrumbes del “tiempo sin historia”.
Señor León, no hay de otra: ¡Hay que volver a Capotillo!
José Miguel Soto Jiménez
Listín Diario.com.do
http://listin.com.do/puntos-de-vista/2010/7/29/152532/Jose-Leon-desnudando-el-progreso
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