Salto de Jimenoa
Cincuenta pesos
Lo cierto es que, según mis informantes, para ver y disfrutar ese espectacular recurso turístico que nos ha regalado la naturaleza, hay que pagarle 50 pesos por cabeza a un tal Peguero (que dice ser periodista), quien a su vez es arrendatario de un ingeniero De los Santos, supuestamente dueño del puente que hay que cruzar para llegar al Salto.
Talvez vale la pena que alguna autoridad municipal o nacional se dé una vueltecita por el lugar e investigue bien qué es lo que está pasando allí. Se trata de un recurso natural que pertenece a todos y no debe permitirse que ningún particular saque provecho del mismo en perjuicio de los demás.
No puedo negar que mi vena patriótica se enerva positivamente cuando veo los hermosos “spots” publicitarios que el Ministerio de Turismo difunde a través de la televisión. Pero de nada sirven, si esas bellezas naturales quedan prácticamente vedadas al gran público porque unos vivos hacen allí lo que les da la gana.
Me sentaré a esperar a ver si esta denuncia provoca alguna reacción…
Rafael Molina Morillo
El Día
Salto Jimenoa abierto al público
Jaime David Fernández Mirabal tomó la medida a raíz de que el director de EL DÍA, Rafael Molina Morillo, revelara en su columna que el mismo es usufructuado por particulares.
Eleuterio Martínez, viceministro de Áreas Protegidas, había dicho que arribarían a un acuerdo con quien hizo una inversión hasta devolverle la misma. “El Ministro dio orden de que se abra la puerta y no se cobre hasta regular la situación”, informó.
Yanet Féliz
El Día
Qué se dice
Problemas invisibles
- ¿No sabía Jaime David Fernández Mirabal, hasta que lo publicó el doctor Rafael Molina Morillo en su columna, que el Salto de Jimenoa había sido privatizado y que para disfrutar de sus encantos había que pagarle a un particular? Resulta difícil creer que en un país tan pequeño, donde a la gente le gusta tanto darle a la lengua, no le llegara por lo menos el rumor, aunque solo fuera porque se trata de un atractivo natural tan importante.
- ¿No sabía Jaime David Fernández Mirabal, hasta que lo publicó el doctor Rafael Molina Morillo en su columna, que el Salto de Jimenoa había sido privatizado y que para disfrutar de sus encantos había que pagarle a un particular? Resulta difícil creer que en un país tan pequeño, donde a la gente le gusta tanto darle a la lengua, no le llegara por lo menos el rumor, aunque solo fuera porque se trata de un atractivo natural tan importante.
El episodio (ayer se anunció que el beneficiario de la “concesión” accedió a permitir su uso al público de manera gratuita) sirve para ilustrar, por enésima ocasión, mi requete probada teoría de que los problemas que en este país no salen en los periódicos o en la televisión no existen, al menos para cierta clase de funcionarios públicos que solo así se dan por enterados de asuntos de su absoluta incumbencia, lo que explica que tanta gente que ya se aprendió el truquito acuda a los medios a llevar problemas tan nimios como la limpieza de una cañada o la colocación de un semáforo, o tan graves como una amenaza de muerte de parte de alguna autoridad (normalmente suelen ser policías ¿por qué será?), una operación quirúrgica de vida o muerte o la falta de un techo a la casita que al pobre infeliz se le está cayendo encima. Los amantes de los encantos de la Naturaleza, sobre todo de los que Dios le regaló “a la tierra más hermosa que ojos humanos hayan visto”, como sentenció un Cristóbal Colón deslumbrado por la exuberancia de Quisqueya (y de sus indias, que tampoco se trataba de una expedición ecológica), deben estarle muy agradecidos al doctor Molina Morillo por su denuncia, pero también a los funcionarios de Medio Ambiente porque todavía (algo es algo) se toman la molestia de leer los periódicos.
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