No veo mal que una persona se interese por salvaguardar los principios fundamentales de un país, a no ser por la intención, a todas luces políticas, y por la procedencia de los recursos, sin dudas del Estado.
Además de esos dos elementos, vinculados a la ética y la moral, está la condición civil de la señora, casada, nada más y nada menos, que con el presidente de la República que debe velar porque esos valores o normas éticas y morales no se deterioren a tal punto que se conviertan en una amenaza para la existencia de la propia sociedad.
Si la señora esposa del mandatario está tan preocupada por el derrotero que lleva el país debería iniciar su campaña por la casa de gobierno que dirige su marido.
Por si no lo sabe, el gobierno que encabeza su cónyuge es el más corrupto e inmoral que ha tenido el país en toda su historia.
Estoy de acuerdo con una campaña nacional de buenos valores morales en todas las instancias de la sociedad, desde su núcleo básico que es la familia, continuando con las escuelas públicas, las universidades, las iglesias, etc. Quienes la promuevan deben practicar con el ejemplo. Imponer desde arriba los principios de honestidad y transparencia en el manejo de los fondos públicos. No se puede predicar moral desde una casa de citas.
Hay que ver cómo viven los ministros y viceministros de este gobierno; sus mansiones, sus villas, sus fiestas y sus orgías; sus viajes al extranjero, sus salarios y cuentas bancarias. Gentes que hasta hace pocos años eran unos desarropados o descamisados ahora exhiben poder y fortuna que no pueden explicar dentro de un marco de trabajo honrado.
Estoy de acuerdo con una campaña promoviendo los buenos valores de la sociedad, no con palabras, reitero, sino con hechos. Imponiendo sanciones a los inmorales de arriba, no a los de abajo. Terminar con el populismo jurídico que aumenta las penas a los delincuentes pobres, no a los delincuentes ricos, no a los delincuentes de los partidos políticos y del gobierno. ¡Manos dura contra los delincuentes de las calles! Pero manos de seda contra los delincuentes del Palacio Nacional y de otras instancias del Estado.
Me temo que la campaña de la Primera Dama tiene como único propósito promover su figura de cara a la campaña electoral que se avecina en el Partido de la Liberación Dominicana. Me temo que la campaña de los valores de la mujer del presidente, con recursos del Estado desde una posición privilegiada en el Estado, es puramente proselitista, además de inmoral. ¡Nada más!
Una buena jornada a favor de los buenos valores de una sociedad tiene que comenzar con una voluntad política, dirigida desde arriba, con políticas públicas decentes, con una praxis cotidiana honesta. Combatiendo el tráfico de influencias, el grado a grado, la sobrevaluación de las obras del Estado, los barriles y los barrilitos del Congreso, las nóminas y las nominillas, las comisiones que ya sobrepasan el 20%, las autorizaciones de importaciones para funcionarios o relacionados, los viajes de placer al extranjeros con dinero del erario, las orgías, etc., etc., etc.
Más del 90% de la población asegura que este gobierno es el más corrupto de todos cuanto han pasado. Sin embargo nadie es sometido a la justicia, nadie va a la cárcel. Los valores que promueve el gobierno son los más perversos y dañinos. Los valores del éxito no están en la educación y el trabajo; están en la política y el narcotráfico, en la prostitución y el crimen. No en balde tenemos un narco-gobierno, según dicen muchos.
Cambiar toda esa estructura gansteril y mafiosa no se logra desde un despacho que es símbolo de los valores que deben ser cambiados. Cambiar esa estructura corrupta y criminal requiere de toda la reserva moral de un pueblo cada vez más envilecido y atrasado por las canonjías paternalista y por la falta de educación del gobierno que preside el marido de la señora que ostenta el rango de Primera Dama. ¡Hablemos claro! ¡Estoy jarto de que me cojan de pendejo!
Juan Taveras Hernández
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