No puede ser honesto desde el vientre de su madre quien se revuelca en el fango de la corrupción sabiendo sus consecuencias en la población que no tiene educación, salud, empleo, vivienda, ni seguridad.
No merece reconocimiento público quién dice una cosa y hace otra; quién critica la corrupción, pero anda del brazo con los corruptos.
No merece el respaldo de la población quién permite que el dinero del presupuesto nacional sea utilizado para promover su imagen.
No tiene calidad moral para hablar de transparencia, ni de pulcritud en el manejo de los fondos públicos quién se prevalece de esos fondos, dinero del pueblo, para alcanzar la presidencia de la República.
No pudo haber nacido honrado quien vive del sudor ajeno amparado en su condición política.
No puede ser un ejemplo de probidad quien acepta el uso de los recursos del Estado en beneficio propio sabiendo que ese dinero debe ser invertido en educación, salud, viviendas, entre muchas otras obras para la gente pobre.
No merece el apoyo de los ciudadanos quien condena el uso de los recursos del Estado cuando es en su contra, pero los acepta cuando es a su favor. (Para una persona de principios, una cosa no es mala cuando lo perjudica y buena cuando lo beneficia) (“El Estado me venció”, pero ahora quiero que el Estado venza a mi contrario).
No puede ser un paradigma de pulcritud quien plagia una tesis de graduación, quien dice ser profesional en un área que no es.
No merece mi respeto, ni el de nadie que se respete, quien busca el patrocinio de funcionarios corruptos que no pueden justificar su fortuna ni en cien años de trabajo.
No merece ser presidente de la República quién no es capaz de decirle, no, a los responsables de la quiebra ética y moral del país. A los que consideran que todo se compra, a los promotores del transfuguismo, a los depredadores y ladrones.
No merece el voto de sus conciudadanos quien, como la gatita de María Ramos, que tira la piedra y esconde la mano, aprueba y patrocina campañas sucias contra su contrincante político.
No merece el voto de sus conciudadanos quien no se respeta a sí mismo, quién se entrega en los brazos de los perversos en procura de un cargo.
La honestidad es un estilo de vida, una cultura, una actitud, una osadía, un ejemplo cotidiano; no es una pose, ni una palabra, ni una mentira. Ser honesto es ser como Juan Bosch y Peña Gómez, no como Leonel Fernández y su hijo Félix Bautista.
Juan Taveras Hernández (Juan TH)
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