SANTO DOMINGO, República Dominicana. - En plan marciano, funcionarios de principalía no dan respiro en su defensa de la reforma tributaria, presentada el pasado jueves. Peregrinando incansables por los medios de comunicación electrónicos pasaron de rasgarse las vestiduras por el déficit al pronóstico catastrófico: poco falta para que digan que sin los impuestos propuestos el país retrocederá a la barbarie.
El leimotiv del discurso dio un giro significativo. No se habla, o se habla poco, de cubrir el déficit sin precedentes dejado por el gobierno de Leonel Fernández, sino de garantizar que continúe el desarrollo. Es el más patente ejemplo de manipulación de la realidad: un desarrollo que hasta hace dos meses era paradigmático, depende ahora de que los ciudadanos y ciudadanas dominicanos, imbuidos de culpa ajena, hagan un acto de contrición y acepten la reforma como apuesta a la “modernización” futura.
Hace apenas cinco días, el ministro de Economía, Planificación y Desarrollo, Temístocles Montás, afirmó que con el actual nivel de déficit y sin una modificación del régimen tributario el país se arriesga a la insostenibilidad financiera. Este martes, la cosa era menos tremebunda; en el mediano plazo, la reforma tendrá efectos positivos, como la demuestra la experiencia: “Desde el punto de vista positivo, la economía se expandió enormemente en el 2005, en el 2006, siguió expandiéndose en el 2007 y con todo y que eso podía tener efectos políticos, nosotros (el Partido de la Liberación Dominicana –PLD-) ganamos las elecciones de medio término en el año 2006; con todo y que habíamos hecho tres reformas tributarias”, dijo Montás en un programa de televisión. Una sexta, por tanto, no será el diluvio.
Luis Reyes, director de Presupuesto, es uno de los funcionarios que han abandonado el escritorio para sentarse preferentemente ante cámaras amigas. Entrevistado el domingo por el periodista Manuel Jiménez, director de la Unidad de Comunicación del Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo, Reyes vaticinaba que sin la reforma el país tendría un “escenario” de “inestabilidad del tipo de cambio, inflación, desempleo, tensiones políticas y sociales”. El lunes, en el programa de Pablo Mckinney, si bien continuaba citando las cifras espeluznantes del déficit, habló con entusiasmo del “efecto derrame”, dinamizador de la economía, que tendrá, por ejemplo, la construcción de diez mil nuevas aulas en el sistema público.
Este martes también, la discreta Magdalena Lizardo, directora de la Unidad Asesora de Análisis Económico y Social del Ministerio de Economía, fue todavía más lejos y responsabilizó a la sociedad. En sus palabras, la reforma tributaria presentada al CES por el gobierno reta a la sociedad a demostrar su voluntad de “correr con los costos que conllevaría modernizar y reformar la institucionalidad del aparato estatal”. Ergo, la reforma no viene a tapar el hoyo abierto por Leonel Fernández, tres veces mayor que el de Ramón Báez Figueroa y su Baninter, sino a poner a los dominicanos frente al embriagante estímulo de construir con su sacrificio la modernidad del Estado.
El vocero senatorial peledeísta Rafael Calderón –quien quemó sus viejas naves perredeístas en 2009, disgustado porque Miguel Vargas Maldonado lo despojó de la candidatura a senador en las elecciones de 2010— es de los que, al igual que lo hizo el presidente Danilo Medina, apelan a la capacidad de sacrificio del sector empresarial porque, sin reforma, la economía colapsaría. Pero es también de los que han comenzado a resaltar las bondades de los nuevos impuestos: permitirán al gobierno cumplir con el compromiso del 4 % para la educación, construir 100 mil viviendas para los más pobres; y mejorar la producción y la productividad agropecuaria.
La lista de funcionarios opinantes está lejos de ser exhaustiva. Cada día, y al margen de sus competencias, muchos salen al ruedo para poner su granito de arena en la creación de un estado de ánimo inclinado a aceptar que la culpa del déficit es de todos, y no de Leonel Fernández, quien ocultó hasta el último segundo de su mandato, a fuerza de intencionadas distorsiones, los síntomas de la gravedad fiscal que heredaba a Medina.
Una curiosa experiencia
Las declaraciones de los funcionarios sobre el déficit fiscal y la reforma tributaria provocan una sensación de extrañeza en quienes las escucha o lee. La dificultad para asimilar el cambio de discurso es real y no una ironía. Del discurso avasallante sobre la solidez de la economía, los funcionarios, con Temístocles Montás a la cabeza, han pasado sin sonrojo a la declaración de quiebra fiscal y, como decimos más arriba, a hacer depender la salud ya no solo de la economía, sino del desarrollo –entendido en un sentido lato— de que se cargue con nuevos impuestos a los sectores productivos, restándole a su mermada competitividad, y a la población.
En una entrevista ofrecida este miércoles a Ramón Núñez, miembro de la Junta Monetaria, Montás recurrió nuevamente al subsidio eléctrico y a la “considerable” inversión en infraestructura como factores explicativos del déficit. De esta última ofreció una razón que radiografía la concepción del Estado con la cual Leonel Fernández ejerció la presidencia: la inversión llegó al 6 % del PIB “porque el presidente Leonel Fernández entendió que debía terminar las obras iniciadas”. Pese a reconocer las consecuencias fiscales de esta voluntad megalómana, que daña también la democracia, el ministro de Economía no tiene empacho en insistir en la obligación de la sociedad de sacrificarse.
Posiblemente en todos los días subsiguientes Montás continúe concediendo entrevistas a periodistas amigos, que en momento ni modo alguno lo importunarán con preguntas sobre la responsabilidad política y social de quienes han creado esta debacle, ni lo enfrenten a su propia contradicción, puesto que ellos fueron también parte de magnificación de los logros leonelistas y hoy son parte de la cruzada a favor de la reforma tributaria. Con ellos, el ministro se siente cómodo y nada tiene que temer. Todos están en ese plan marciano apuntado al principio.
Por cierto, su entrevistador de este miércoles escribió el pasado 8 de julio un artículo titulado “Apostando a meter cuña entre Leonel y Danilo”, donde critica el reclamo del Partido Revolucionario Dominicano por sus advertencias sobre la calamidad de la economía que contraría Medina a su llegada al poder y donde afirma lo siguiente: “Lo primero es que Leonel Fernández entrega a Danilo Medina una economía estable, sana, con un sector externo vigoroso, una confianza fortalecida de los agentes económicos (ver Índice de Confianza de Intec) las ventanillas abiertas del financiamiento externo, con un manejable nivel de endeudamiento y un déficit fiscal, proyectado a diciembre rondando el 3.5% del PIB, menor al promedio de la región e infinitamente inferior al de los EU (sic) y el promedio de la UE”.
Margarita Cordero
Foto: César Guzmán
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