El 2 de agosto del año 2008 publiqué éste artículo titulado “Si Leonel Fuera Mandela”, en el cual jugaba con una aspiración que ha sido la marca trágica de toda mi generación: soñar con un país más justo, más humano, con una vida más digna. Después de la muerte de Trujillo, solo dos hombres han tenido en sus manos el cúmulo de poder suficiente para haber encausado éste país por una vía de institucionalidad: Joaquín Balaguer y Leonel Fernández. Pero el ansia de poder, en el caso de Balaguer; y el ansia de poder y dinero en el caso de Leonel Fernández, fueron las opciones de goces que le impusieron a su pueblo. Balaguer provenía de una escuela de autoritarismo, y era explicable. Leonel tenía como telón de fondo la escuela ética del bochismo, y era imperdonable. La idea de éste artículo entonces era especular otro país posible si Leonel Fernández hubiera sido el Nelson Mandela despojado de la ambición de Poder y dinero. Era un poco delirar con la historia post-factual. Por eso es bueno volver a leerlo, porque en estos días Nelson Mandela se muere, y Leonel Fernández ya ha perdido la batalla moral. Son anverso y reverso.
Cuando en el año 1990 Nelson Mandela salió de la cárcel, era el preso liberado más famoso de toda la historia. Su lucha contra la segregación racial se remontaba a la década de los años cuarenta, y había vivido los sinsabores más inenarrables a que se puede ver sometido el espíritu humano. Desmembrado su país en “bantustanes” segregacionistas, él mismo transformado en un mito de la libertad, las elecciones de 1994 lo convertirían en el primer presidente negro de Sudáfrica.
¿Qué ha ocurrido para que ese mito no se marchitara después del ejercicio del poder?¿Por qué Mandela es todavía inspiración y símbolo de las mejores causas de la humanidad? ¿Qué aura baña el rostro bondadoso de este hombre que ríe e ilumina el mundo?
Nelson Mandela no resolvió todos los problemas de Sudáfrica, no acabó con la miseria ancestral; pero aprovechó todo su valor de símbolo para la reconciliación, y para fundar un Estado multirracial más justo, empinado sobre las instituciones. Hubo ministros corruptos, pero no contaron con el silencio del líder, y aún en casos tan cercanos como el de Winnie Mandela, la leyenda romántica que lo unía a él no la salvó de ir a la cárcel. El goce que Mandela eligió fríamente fue el de símbolo, y lo demostró con algo insólito para el mundo africano: su renuncia a sucederse a sí mismo en el poder. Inflado como un paño sagrado, Mandela es ahora la apelación más pura al ideal de patria, y el peso moral despojado de la ambición de poder.
Todo lo contrario de nuestra historia reciente. Tanto Joaquín Balaguer como Leonel Fernández han tenido la oportunidad histórica de consolidar la institucionalidad, pero la ambición de poder lo ha impedido. Leonel Fernández tiene ahora todas las condiciones para propiciar la transformación institucional, pero lo ha subordinado a su ambición de poder. Todo en Leonel Fernández se encierra dentro de él, y cualquier explicación instaurada desde el discurso es solo una maroma que queda varada entre la mitología y la plasticidad de su consumo. Nadie le puede creer. Lo demuestran sus actos de poder. Las instituciones no existen, o son prostituidas; la corrupción generalizada en el gobierno es la norma, el lujo inútil de su verbo florido está esculpido en la mentira. En el reino en que se mueve, las cosas fundan su relación de verdad solo con él. Su ambición de poder es la medida de una pasión bien visible que ha cuajado en desdén por lo institucional, y que atiende únicamente a reproducirse a sí mismo en el poder.
Si Leonel fuera Mandela es como decir que si mi abuela tuviera ruedas fuera bicicleta. Porque si Mandela fuera Leonel no fuera Mandela, y estuviera todavía en el poder en Sudáfrica, comprando tránsfugas, encanalleciendo la sociedad para permanecer en el poder, saturado por la aventura de decidir durante años la suerte o la desdicha de muchos otros.
Andrés Luciano Mateo
Dibujo: WIlson Morfe
Hoy Digital.com.do
http://www.hoy.com.do/opiniones/2013/6/26/487142/Si-Leonel-fuera-Mandela
1 comentario:
Se equivoca señor Andrés L. Mateo sus palabras no son puras ni trasparentes, Leonel Fernández en nuestro país significa símbolo de lealtad y superación, pero ya entiendo su ambición política de que reinen los malos gobierno como lo fue el de Hipólito lo conlleva a realizar estos tipo de ataques absurdos con un Líder de líder como lo es Leonel, donde su único pecado fue conducir nuestro pueblo por un mejor camino.
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