El tema del aborto está en la palestra pública. Los argumentos confunden. Parecería que las iglesias, Gobierno, políticos, legisladores, etc., evaden el alma del asunto y se concentran en la envoltura: Código Penal, Constitución, crimen, leyes, suicidio electoral, etc. ¿Qué persiguen? ¿Imposición legal? ¿Fanatismo religioso? ¿Demostración de fuerza?
En mi campo, me enseñaron a ir directo al hecho y después hablar del cobertor. En este caso, la esencia es el aborto y sus motivaciones y la colcha, son las leyes. Parecería que están más interesados en estas últimas.
¿Qué es el aborto? Es la interrupción espontánea o terapéutica del embarazo. ¿Qué es el embarazo? Es el producto del coito, de la unión del espermatozoide del hombre y el óvulo de la mujer, que traen como consecuencia la concepción de un ser humano, de un hijo. Este queda alojado en el útero de la mujer hasta que esté debidamente formado.
La relación o contacto entre la pareja puede ser por amor, violación, incesto, interés, prostitución, etc. Por cualquiera de estas razones, puede surgir un embarazo. ¿Qué factores influyen en que la mujer continúe o no embarazada? Motivos poderosos. Los hijos son buscados, amados, deseados, así que solo circunstancias de fuerza mayor pueden conducir a la lamentable decisión de un aborto. Por tanto, se debe disponer de una brecha jurídica que permita hacerlo.
No es cuestión de que se viole la Constitución y que el artículo 37 dice: “El derecho a la vida es inviolable desde la concepción hasta la muerte”, ni tampoco es cuestión de que católicos y evangélicos rechacen la despenalización del aborto terapéutico en el Código Penal. Las colchas que asfixian, se pueden cambiar. Los planteamientos deben ser juiciosos, sin fanatismo.
La decisión de abortar o no, debe ser, primordialmente, de la madre o sus tutores (en caso de que ella no esté en condiciones de decidir por incapacidad física o mental) y en un momento determinado, de los médicos. Los congresistas pueden legislar sobre los meses de que dispondrá para decidir.
La posición de que no importa la circunstancia, incesto, violación etc..., la criatura debe nacer, debe ponderarse sin fanatismo. La salud física y mental son determinantes para la felicidad del niño y la madre. Si la vida de uno corre peligro, debemos dejar que ella y los médicos decidan la acción a tomar.
Con la pasión, a veces con pinceladas de demagogia, que exhiben los que se oponen al aborto, no me sorprendería que consideren que el uso de los anticonceptivos, del condón, sea atentar contra la vida, por ser un freno a la formación de la criatura.
Confieso que desprecio la doble moral. La exhiben aquellos religiosos, políticos, legisladores, ciudadanos, que por un lado se presentan como amantes del derecho a la vida, que no hayan abortos y por el otro lado, contribuyen con asesinatos en masa, apoyando decisiones judiciales y acciones gubernamentales que permiten a un grupito adueñarse de los recursos del pueblo, hacerse millonarios, mientras los niños nacen “sin el pan debajo del brazo” y al poco tiempo mueren de hambre, en la más espantosa miseria. Estos intocables, apoyados por poderosos, son los culpables de los abortos.
Venecia Joaquín
Z-101 Digital
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