Ya ni siquiera hay pudor, y la miramos con toda naturalidad.
La instrumentalización de la pobreza es un indigno espectáculo. Golpes con macanas, patadas, empujones, insultos, peleas y hasta asaltos a camiones con cajas de alimentos.
He visto más de seis asaltos en las calles, grupos a la espera de los privilegiados que llevan camiones atestados de cajas, para asaltarlos a plena luz del día y con cara descubierta.
Pero vivimos con tal naturalidad la degradación de la condición humana, que hay, incluso, que agradecerles a éstos benefactores que repartan éstas dádivas con los mismos fondos públicos que debían evitarla. Porque si no se robaran más del 12% del PIB a través de la corrupción, sería mucha la felicidad ciudadana que pudieran lograr los pobres de este país.
Esas cajitas, y los maltratos inenarrables que tienen que pasar los pobres para conseguirlas, son la manifestación más rotunda de nuestra verdadera miseria moral y material.
Andrés Luciano Mateo
amateo@adm.unapec.edu.do
23 de diciembre de 2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario