Las revelaciones del periódico digital Acento sobre las plantillas de empleados de la cancillería agregan nuevas luces sobre el indignante uso de los recursos públicos para enriquecimiento de la pandilla de gamberros que ha secuestrado el estado dominicano. Si esto lo contrastamos con la situación de un país en que los niños mueren en grupos en hospitales desvencijados, en que los maestros ganan miserias por ejercer el oficio más importante del mundo, en que el salario medio no pasa de los 500 dólares mensuales y en que la pobreza sofoca a más de la mitad de la población, entonces la situación que describen los documentos es francamente indignante.
Los documentos develados validan aquello de que las realidades sobrepasan las imaginaciones. Siempre ha sido conocido que nuestras legaciones en el exterior eran ergástulas de vividores donde muy pocos trabajaban y muchos ganaban salarios. Recuerdo una estancia que hice en Lisboa, coincidente con una revelación en la prensa sobre una embajada dominicana más poblada que sus homologas española y americana; y que me costó varias tandas de bromas, asombros y preguntas. Recuerdo a un académico argentino radicado en la ciudad que me confesaba que siempre había creído que la corrupción argentina era el límite. Y recuerdo la frase exacta con que resumió su angustia: “ya veo que ustedes van mucho más allá”.
Ahora aparece un listado de personas nombradas en cargos diplomáticos que nunca han ocupado sus plazas –aunque han seguido cobrando- o que, aún cuando se hayan negado a ocuparlas (el digno y excepcional caso de la nieta de Juan Bosch en Chile) hay fuertes indicios de que alguien estuvo cobrando en su lugar. Estas personas ganaban sueldos astronómicos para la realidad nacional y algunos para cualquier realidad. El caso más anonadante es el del impopular embajador en España –ahora en Panamá- cuyas habilidades más conocidas son las del chanchullo político y que ganó por años la friolera de 40 mil dólares mensuales (solo como salario), sin siquiera haber tomado seriamente posesión de su oficina en Madrid. ¿Se hubiera salvado la vida de los niños del Robert Reid con una simple mesada de César Medina?
En total esto implica 5 mil millones de pesos al año para pagar botellas, clientes y parásitos que nada hacen. Pues no existe una legación dominicana en el exterior que pueda ser merecedora de una calificación aceptable por su gestión. Ofrecen servicios consulares mediocres, muy caros si atendemos a su calidad, y proyecciones políticas nulas o eventuales, tan nulas como lo ha sido históricamente nuestra política exterior. Y sobre muchas de ellas corren rumores de corrupción y ventas de visas: la de La Habana, por ejemplo, es conocida como la candonga, en alusión a los mercados angolanos que los cubanos conocieron en los años 80.
La situación en la sede de la cancillería no es menos lamentable. Los empleados de la vieja estancia Ramfis son en su mayoría redundantes. Algunos, con muchos años de servicios, gastan su tiempo en trabajos rutinarios sin sentido, y ello abarca desde funcionarios menores hasta una colección de viceministros y viceministras irresolutos que de tanto no trabajar han entregado sus intelectos a la molicie definitiva. Otros, solo acuden a la cancillería alguna que otra vez para otear el horizonte y saludar allegados. Pero todos cobran. Y aquí reside un reto principal del nuevo canciller, un profesional respetable que tendrá que remar muy fuerte para llegar a algún lugar en este pantano de corrupción y mediocridad.
Por supuesto, que no todos los empleados de la cancillería –servicio interior y exterior- son parásitos. Existe una minoría que trabaja con honor en medio de muchas dificultades, la primera de las cuales es la propia endeblez institucional y la marcada mediocridad de sus jefes. Yo he conocido a muchos personalmente y guardo de ellos un grato recuerdo. Ellos y ellas son una reserva sana con la que, en algún momento, podremos contar para un servicio exterior de calidad y en función de una política exterior definida. Justo como dice el nuevo ministro que debe ser y justo como nunca ha sido.
Haroldo Dilla Alfonso
dilla@claro.net.do
@haroldodilla
Solo una idea
www.7dias.com
http://www.7dias.com.do/opiniones/2014/12/15/i178561_putrefaccion-cancilleria.html#.VI8EwtKG_Hg
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