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miércoles, 24 de diciembre de 2014

Mejor reinar en el infierno que servir en el cielo


Donde no hay justicia…
Abolir la justicia de un país es la peor de las perversidades. Es convertir esta sociedad en un verdadero infierno, tierra de nadie, pasto de grupos degradados y corrompidos hasta las médulas, Obra funesta de quienes han optado –como el mismo Satanás- por “…reinar en el infierno que servir en el cielo”. Si así lo prefieren, eso recibirán.

El infierno que Milton nos describe en su Paraíso pedido vendría a ser un paraíso al lado de este que hoy amenaza la democracia que los dominicanos pretendimos darnos hace 53 años. Desde entonces, la nave de la República había vadeado pequeños y grandes tornados, pero ahora parece a punto de zozobrar frene a los embates insalvables representados en un sistema judicial secuestrado,

La injustica social, con su secuela de pobreza, se acentúa legitimada por los efectos de la falta de un sistema judicial independiente y probo. Nadie cuestiona los vínculos de las altas cortes con ex presidente Fernández. Lo cual explica la falta de equidad de las sentencias que evacuan, sobre todo cuando son juzgados asuntos concernientes a los intereses que representa o se empeña retener.

Sin excepciones a la vista, la descomposición parece estar arropando todo el cuerpo, comenzando por las cabezas, lo cual pone aún más en peligro el orden que nos dimos tras la caída de Trujillo. Todo parece mentira, pero es una locura suponer que, en medio de los avances registrados en los países de la región, esto esté ocurriendo en nuestro país, en pleno siglo XXI. ¿Estamos retrocediendo en medio de la bonanza de “tres repúblicas”?

Es probable que el mal no haya tocado, por el momento, los intereses del empresariado –como suele ocurrir en la fase inicial toda perversión del sistema jurídico-, pero nadie se atrevería a jurar que el proceso vaya a detenerse en la ahogada lucha contra la corrupción y la impunidad encabezada por el procurador Domínguez Brito, en la liquidación del PRD y en las enconadas acciones represivas emprendidas por jueces del Tribunal Superior Electoral (TSE) contra jóvenes que apenas reclaman ordenadamente reestablecer la justicia –la de verdad-, como única garantía irrefutable de paz y democracia.

Amigos empresarios, por encumbrados y blindados que podamos estar, tengamos en cuenta esto: “Cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar”.

Eduardo Álvarez
cenitcorp@gmail.com

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