Si nos ponemos a ver, escaparse es dificilísimo. Trate de irse de un sitio sin pagar o de su casa sin que los niños se enteren. Intente escaquearse de un compromiso o hacerse el invisible ante una obligación. No lo conseguirá a la primera.
Escaparse con una condena de 20 años por tráfico de 680 kg. de cocaína debe ser, lógicamente, casi imposible. Casi, pero no totalmente imposible. Que si el Chapo Guzmán pudo irse por el inodoro por un túnel con ventilación y a limpio martillazo, cualquiera se va navegando en un barquito desde las playas de un paraíso caribeño.
Algo queda claro. En este caso hay mucho dinero, mucho poder, mucho apoyo, mucho de todo. Que seiscientos ochenta kilos de droga no son para consumo personal y que alguien quería a “su gente” más segura que en una cárcel dominicana. Que aquí siempre se ha sabido que se encuentra al culpable que se quiere encontrar en menos de un día y que no se escapa nadie que “no deba” escaparse.
Ahora los dos fugados responden a un tribunal marsellés que tiene una causa abierta sobre el mismo caso, ya bautizado Air Cocaine. Ahora quedan dos franceses “tirados” en el trópico y con todos los focos encima.
Después del caso Figueroa Agosto y de todo lo que se sabe ya del narcotráfico, nadie cree que dos extranjeros condenados a 20 años estuvieran así, cenando en Punta Cana y recibiendo la visita de un político francés y que nadie con responsabilidad sobre ellos sospechara conducta irregular.
Inés Aizpún
IAizpun[@]diariolibre.com
Diario Libre
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