El descargo de Marcos Martínez
Las lágrimas derramadas por Pablito McKinney en su Boulevard de la Vida de ayer no nos sensibilizaron, no nos conmovieron como lo hacen habitualmente sus relatos sobre amores, chicas y alcohol.
Admiro su valentía de mostrar públicamente su devoción por la vicepresidenta Margarita Cedeño Liranzo de Fernández y su inconformidad con la justicia, aunque sí protesto también públicamente, que endose la filiación política de Marcos Martínez, cuando el caso en los tribunales que los involucra es más viejo que el partido que le endilga. No es sano para un "periodista y poeta" desnudarse impúdicamente politizando litigios.
La queja de Pablito es válida con respecto a la justicia. Es la misma queja que tenemos todos desde que el Ministerio Público fue asaltado en 2004 y el Poder Judicial en 2010.
Lástima que cuando un senador del partido de Pablito acusó al expresidente Hipólito Mejía de viajar con el piloto del capo mexicano el Chapo Guzmán, no protestara como lo hace ahora por la Vicepresidenta, cuando la Suprema Corte de Justicia se hizo la loca.
Y más doloroso aún, que Pablo McKinney no abriera su boca ni escribiera un Boulevar de protesta cuando la fiscal del Distrito Nacional y el Procurador General de la República, desestimaron el fardo de pruebas más contundente que se ha entregado sobre actos de corrupción de un funcionario público, cuando evadieron someter al expresidente Leonel Fernández, por iniciativa del Dr. Guillermo Moreno.
Eso también provoca náuseas, vómitos y diarreas, constatar que se usan personas y medios para manipular a la opinión pública.
Jeannelle Koss / Desde La República Dominicana
Captura: Toma parcial del artículo "La sentencia de un plátano"
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