No hay dudas de que el presidente Danilo Medina actuó con la presteza que exigían las circunstancias al disponer la destitución del gobernador de El Seibo, involucrado en un sazonado escándalo sexual que gracias a las redes sociales desbordó las fronteras provinciales para convertirse en escándalo nacional, pero ya el daño está hecho.
Llámelo coincidencia, mala suerte, mala racha o la evidencia palmaria del maleado peledeísmo que de un tiempo para acá no sale de un escándalo, que ya no se limitan a las consabidas denuncias de corrupción y las mil y una formas y disfraces que asume hoy día ese flagelo como son el tráfico de influencias, el desfalco, y la prevaricación, entre otros.
Y ahí está El Querido, su desfachatez, su infame anecdotario y sus celebradas ocurrencias para demostrarlo. Claro está, al gobierno del presidente Medina no puede responsabilizársele del exhibicionismo del hoy destituido gobernador, al que la familia de una muchacha con la que mantiene relaciones sentimentales acusa de grabar un video sexual y subirlo a las redes, pero tampoco se puede ignorar que se trata de un dirigente peledeísta con categoría de funcionario público (nada menos que representante del Poder Ejecutivo en la provincia El Seibo) y que lo que haga o deje de hacer mientras ostente esa condición afecta necesariamente al gobierno al que sirve y al partido al que pertenece.
Como no está en mi ánimo exagerar o parecer dramático lo menos que puede decirse, en las presentes circunstancias, es que el gobierno pasa por un mal momento que debería empezar a preocupar a sus estrategas, pero dudo que alguno de ellos se atreva a decir que todo está bajo control o cuándo y dónde estallará el próximo escándalo.
Claudio Acosta
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