Si esperamos un Pacto Fiscal esperaremos inútilmente por los próximos diez años. Que el Pacto Eléctrico es, ante todo, un ejemplo de la velocidad a la que los grupos de interés se ponen de acuerdo en cosas que no les interesan.
El endeudamiento preocupa a los empresarios, trae sin cuidado a los legisladores que lo aprueban, entusiasma a los gobiernos que gastan como si no hubiera mañana y nos aterra a los demás que somos los que lo pagamos.
La deuda externa -dicen siempre los burócratas en el poder- es manejable: no llega al 50% del PIB. Y enseguida hablan de Japón o de España, cuyo déficit ya ha llegado al 100%.
El problema es que la deuda no se paga con el PIB, se paga con el presupuesto nacional, ese que sale de nuestros bolsillos y que ya tiene comprometido para pago de deuda un porcentaje que constriñe nuestro presente y el futuro de los que nos siguen.
Un endeudamiento racional dirige el dinero hacia obras, planes o estructuras que generan riqueza, producción. Aquí nos endeudamos al capricho improvisado de unos planes que ni siquiera son de mediano plazo y que benefician al partido de turno.
Perseguir la evasión fiscal, cortar el gasto público clientelista, cortar la corrupción, recuperar los miles de millones “despistados”... Menos impuestos y más ayudas a la producción. Los obstáculos para montar un negocio, la mafia o lentitud en los permisos, los peajes... No hay país que crezca así, por muy buena imagen que tenga en las encuestas el presidente Medina.
Inés Aizpún
IAizpun[@]diariolibre.com
AM
Diario Libre
No hay comentarios:
Publicar un comentario