El robo material de gobernantes irresponsables nos desfalca, nos retrasa, nos empobrece, y hunde al país y a su pueblo en la pobreza, la desesperanza y hasta en la violencia, pues nuestra necesidad primaria como seres vivos de alimentos es irrenunciable e inaplazable.
El desfalco espiritual de una sociedad que buscaba la armonía con libertad, ideales y trabajo, es mil veces peor, aunque no se perciba tan rápidamente como la económica.
Alguien decía ayer, que de qué vale un Nueva York chiquito construido en gran parte con dinero lavado, producto de la decadencia, el sufrimiento y la muerte de tantos. De qué nos sirve una ciudad con muchos edificios altos que son ejemplo y testimonio de degradación, de muerte y de fantasmas. Edificaciones superabundantes donde tantas están desocupadas, pues no responden a estudios y necesidades sentidas, sino a requerimientos de simple lavado y legalización de dinero indebido en una gran trama de complicidades y derramas, impulsados por los sueños de un gobierno que mentalmente no ha salido de Villa Juana.
Cuando la gran mayoría del pueblo pierde el sentido del trabajo, de responsabilidad, disciplina, límites, moral, ética, honestidad y equilibrio, ganados a costa de muchos años de prédica, cultivo, trabajo, honestidad y buenos ejemplos. Cuando dejamos de ascender con trabajo, para mejor deslizarnos cómodamente en las honduras de la vida simple y primaria sin pensar qué nos espera, cuando el yo egoísta suplanta totalmente el bien común de la convivencia, cuando mi derecho es descarnado y no vela ni por las mínimas necesidades de otros, se crea un panorama desolador de impotencia, de ambiente enrarecido proclive a la violencia y la explosión personal y social, pero sobretodo, se pierde la perspectiva de cómo luego parar esa caída irracional, volver a empezar a escalar lentamente estratos más civilizadores.
Cómo hacer que la gente piense de nuevo que en la vida se tienen deberes, responsabilidades, compromisos. Que el dinero no lo es todo, no es Dios, y se gana sólo con trabajo duro, honesto y productivo. Que tenemos que ser solidarios unos con otros, pues solo el bienestar de todos es la solución, no solo el de unos cuantos. Que no estamos para avasallar ni explotar, que tener un sueldo y no cumplir sus responsabilidades inherentes, o peor aún como hace el Gobierno, la Policía y los legisladores, pensar y pregonar que están para violar toda ley invirtiendo los papeles.
Cómo retornar al camino del que el buen ejemplo es la mejor de todas las enseñanzas pues aprendemos viendo y conviviendo, y que esta crianza es necesaria desesperadamente.
Cómo vamos a hacer que los maestros sean entes desarrollistas de la más importante materia prima conque se construye un país, cuando hoy lucen como parte de la marginación y el arrabal, con embocadura para gritos y protestas, y sin la vocación que fue tradición. El dinero no basta. Ellos que como los padres son los seres más privilegiados pues mantienen, organizan y dan continuidad y rumbo al mundo.
En estos tiempos en que todos hemos caído, empujados la más de las veces, a donde hoy nos encontramos, en el fondo, en la cola de otras muchas naciones y seres que luchan como nosotros, pero con más suerte, quizás por no tener o haber controlado y hasta exterminado a esas fieras devoradoras e insaciables que hoy nos asedian sin pena ni vergüenza. Como escribía una columnista, Maruja Torres de El País, son armas de destrucción masiva elegidas por nosotros en un momento de suicidio.
Tenemos un medio gobierno, como una media Presidente light, que del pasado solo quiere mirar las grandes deudas para hacérnoslas pagar, pues él también saldría deudor. Carecemos de una mano al timón para establecer rumbos nuevos, planes reales para enfrentar el futuro, no solo coyunturas convenientes, y no bien pensadas ni analizadas solo para salir de paso con una mediocridad que espanta.
Me asalta la inquietud de cómo volver a enrutarnos en el camino del que malos dominicanos y nuestra apatía nos sacó, y volver a aprender ese comportamiento responsable y solidario en todos los órdenes, contrario al amiguismo, compadrazgo y colusión, ese mismo que admiramos de otros países, de orden, responsabilidad, justicia, respeto, seguridad, honestidad, no impunidad, buena enseñanza, y vida digna.
Cómo remendar el roto...
Luis Arthur
Sin temor... ni favor
7dias.com.do
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