Saludable es ser puntual, “a la japonesa”, como señal de respeto
La época que vivimos está basada en la tecnología más avanzada. Todo está diseñado y construido para que los mecanismos operen con una precisión de espanto.
Sin que haya una entidad coordinadora de las actividades productivas o de servicios en el mundo, el sistema socio-económico ha generado una sincronicidad que facilita el funcionamiento fluido de miles de millones de personas en el planeta. Y ahí empieza el problema: mientras el sistema trata de ser eficaz, el ser humano no es eficiente. Desequilibra el sistema porque maneja la puntualidad en función de las características culturales, vale decir, hábitos y costumbres, así como en base a sus intereses personales.
Los japoneses, por ejemplo, no conciben que alguien llegue tarde a una reunión o actividad social, ya sea en el palacio imperial o en un cafetín de la esquina más sórdida de Tokio. Esa cultura considera como grave ofensa mantener en inútil espera a alguien luego de que hubieran acordado una hora específica. Impuntualidad quiere decir desconsideración y humillación para los demás. Llegar tarde es un gran insulto. Ese aspecto respetuoso de la cultura japonesa es digno de ser imitado.
Por desgracia atávica, los países que sufrimos la colonización de España somos, predominantemente, impuntuales. La impuntualidad se ha mantenido como norma desde los tiempos feudales hasta este siglo XXI. De ahí en gran medida el atraso en el desarrollo sufrido por nuestros países. A lo mejor que se ha llegado es a la dualidad en función de los intereses: para algunas cosas somos puntuales, para otras no.
El valor relativo del tiempo ajeno funciona como una bolsa de valores en la que el proveedor y el usuario establecen la flexibilidad en la puntualidad. Las programaciones de la transportación mundial son bastante rígidas. En los medios de transporte la puntualidad trata de funcionar “a la japonesa” porque cada tramo de desplazamiento, ya sea por aire o por tierra, está vinculado a otro. Un retraso puede provocar la pérdida del enlace con otro medio de transporte y provocar que cualquier proyecto fracase.
Puede decirse que la categoría de las empresas del transporte se miden por la confiabilidad en el cumplimiento de los horarios. Las ceremonias religiosas y las competencias deportivas suelen valorar sus niveles de organización en función de la puntualidad con que realizan sus actividades. Algo más estricto ocurre en las transmisiones radiales y televisadas donde un segundo de atraso desarticula toda una programación en estos tiempos de la digitalización absoluta.
A pesar de las exigencias de puntualidad en la generación de bienes y servicios de estos tiempos, hay personas que todavía insisten en ser impuntuales, a sabiendas de lo desagradable que resulta su actitud. Y uno pregunta: ¿por qué alguien insiste en negar la puntualidad? La memoria busca ejemplos entre los más conspicuos incumplidores de la sociedad dominicana y concluye con que hay varios tipos de impuntuales que necesitan algún tipo de sanción y repudio.
Primero está el desorganizado impune. Este es el tipo de funcionario, empresario o simple ciudadano que no planifica sus actividades, se pasa la vida improvisando y deja para último minuto lo más importante. Como no recibe sanción alguna por su tardanza, sigue llegando tarde, inventando excusas para justificarse.
El impuntual impune es otra categoría que considera llegar temprano a una actividad como ofensa a la categoría que considera ocupa en la sociedad. Ese vanidoso cree que al llegar tardíamente a los lugares, será considerado como alguien importante. Busca llamar la atención sin darse cuenta que lo único que atrae es críticas por su comportamiento antisocial.
La categoría más desagradable entre los impuntuales impunes es aquella que ocupa el afectado por un complejo de inferioridad. Ese está convencido en su travestida mente que debe demostrar superioridad sobre todos los demás haciéndolos esperar en actividades que no pueden ser iniciadas sin su presencia. Es así como el inferior se esmera en demorar el inicio de las actividades en dos, y hasta cuatro, horas, dependiendo de cómo anda su crisis de identidad. Y sin darse cuenta, demuestra cuán inferior es mientras mayor es su impuntualidad.
Saludable es ser puntual, “a la japonesa”, como señal de respeto a los demás y medida de sanidad mental.
Hamlet Hermann
Hoy
Dibujo / Wilson Morfe
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