Portada Diario Clarín.
Nisman, sospechoso de su propia muerte
Alberto Nisman tenía muchas más razones para vivir que para matarse. Pero también tenía miedo de que lo mataran.
Nadie que lo haya visto o hablado con él en los últimos días vio la más mínima señal de un hombre que estaba pensando en suicidarse.
¿Justo, además, el día antes de ir al Congreso para mostrar las pruebas de su denuncia contra la Presidenta, el canciller y asociados?
Nisman venía trabajando desde hace una década con los servicios de inteligencia del Estado. Sabía mucho sobre el mundo de los espías y sabía que en ese mundo sabían mucho sobre él. Dijo que había agentes que tenían información de su vida personal que ni él mismo tenía.
Cuando decidió acusar al Gobierno por encubrir a los iraníes buscados por el ataque a la AMIA no ignoraba los riesgos a los que se exponía y exponía a los suyos.
Le dijo a su hija que se preparase para escuchar las peores cosas sobre él. ¿Acaso él mismo no estaba preparado para soportarlas? Sólo Nisman sabía las tensiones y amenazas que sufrió desde que escribió esas 300 carillas para pedir la indagatoria de Cristina Kirchner. ¿Fueron esas presiones tan insoportables que lo impulsaron a suicidarse? Hay suicidios que no son por voluntad propia.
La vida del fiscal quedó marcada por las muertes de la AMIA. Había sido puesto ahí por Kirchner y fue el propio Kirchner quien le ordenó trabajar codo a codo con Stiuso, el jefe de la Side demonizado tras ser jubilado apenas un mes atrás.
El desplazamiento de Stiuso gatilló la presentación de las pruebas que Nisman había acumulado durante dos años. El fiscal creía que a él también el Gobierno se lo iba a llevar puesto y cortó las vacaciones para volver a Buenos Aires.
Para Cristina fue un regreso sospechoso. Ahora resulta que el sospechoso es Nisman. O sea, la víctima. ¿Cómo se entiende? Y dijo que el fiscal dejó sola a su hija en Barajas. ¿Cómo lo supo?
La Presidenta sembró dudas sobre Nisman, que no puede defenderse simplemente porque está muerto. Sus diputados, nerviosos y poco convencidos, dijeron lo mismo. Y algo más: para protegerla hablaron de una mafia detrás de la muerte y nombraron a Magnetto. Es increíble que el Gobierno pretenda correr el eje de las denuncias con un argumento así.
Esos mismos diputados habían prometido recibir a Nisman con los tapones de punta. No saben cómo volver. Su obligación y la del Gobierno es ayudar a la Justicia a aclarar la muerte del fiscal y mostrar las escuchas. Y embarran la cancha para invertir la prueba.
Ricardo Roa
Del editor al lector
Clarín
Alberto Nisman tenía muchas más razones para vivir que para matarse. Pero también tenía miedo de que lo mataran.
Nadie que lo haya visto o hablado con él en los últimos días vio la más mínima señal de un hombre que estaba pensando en suicidarse.
¿Justo, además, el día antes de ir al Congreso para mostrar las pruebas de su denuncia contra la Presidenta, el canciller y asociados?
Nisman venía trabajando desde hace una década con los servicios de inteligencia del Estado. Sabía mucho sobre el mundo de los espías y sabía que en ese mundo sabían mucho sobre él. Dijo que había agentes que tenían información de su vida personal que ni él mismo tenía.
Cuando decidió acusar al Gobierno por encubrir a los iraníes buscados por el ataque a la AMIA no ignoraba los riesgos a los que se exponía y exponía a los suyos.
Le dijo a su hija que se preparase para escuchar las peores cosas sobre él. ¿Acaso él mismo no estaba preparado para soportarlas? Sólo Nisman sabía las tensiones y amenazas que sufrió desde que escribió esas 300 carillas para pedir la indagatoria de Cristina Kirchner. ¿Fueron esas presiones tan insoportables que lo impulsaron a suicidarse? Hay suicidios que no son por voluntad propia.
La vida del fiscal quedó marcada por las muertes de la AMIA. Había sido puesto ahí por Kirchner y fue el propio Kirchner quien le ordenó trabajar codo a codo con Stiuso, el jefe de la Side demonizado tras ser jubilado apenas un mes atrás.
El desplazamiento de Stiuso gatilló la presentación de las pruebas que Nisman había acumulado durante dos años. El fiscal creía que a él también el Gobierno se lo iba a llevar puesto y cortó las vacaciones para volver a Buenos Aires.
Para Cristina fue un regreso sospechoso. Ahora resulta que el sospechoso es Nisman. O sea, la víctima. ¿Cómo se entiende? Y dijo que el fiscal dejó sola a su hija en Barajas. ¿Cómo lo supo?
La Presidenta sembró dudas sobre Nisman, que no puede defenderse simplemente porque está muerto. Sus diputados, nerviosos y poco convencidos, dijeron lo mismo. Y algo más: para protegerla hablaron de una mafia detrás de la muerte y nombraron a Magnetto. Es increíble que el Gobierno pretenda correr el eje de las denuncias con un argumento así.
Esos mismos diputados habían prometido recibir a Nisman con los tapones de punta. No saben cómo volver. Su obligación y la del Gobierno es ayudar a la Justicia a aclarar la muerte del fiscal y mostrar las escuchas. Y embarran la cancha para invertir la prueba.
Ricardo Roa
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