Según los datos que ofrece la Dirección General de Impuestos Internos (DGII), en la República Dominicana existen legalmente autorizadas 28,859 bancas de loterías y 1,822 bancas deportivas.
Agregue a esto los casinos de juego ubicados en los hoteles comerciales en ciudades, centros turísticos y otras áreas autorizadas con sus mesas de ruleta, póker, black jack, craps, keno, dados en salones privados, máquinas tragamonedas, etc.
Si le es posible, súmele a todo esto los bingos comerciales, bingos de clubes sociales, mesas de póker ubicadas en locales y casas privadas, galleras, billares, mesas de dominó, etc. , las rifas organizadas por los políticos, entidades de beneficiencia y las de pequeños grupos sociales. A todo esto hay que adicionarle las miles de bancas de apuestas deportivas y de lotería ilegales.
Mafia del juego
Si bien es cierto que antes de 2004 existían todas las modalidades de juegos de azar mencionadas es a partir de 2004 que inicia la expansión desmedida, auspiciada por funcionarios ambiciosos del Ministerio de Hacienda.
Una estrategia bien orquestada desde esa entonces Secretaría de Estado de Finanzas desplazó a los tradicionales zares de los casinos, incrementó el número de bancas deportivas, autorizó nuevas loterías con sus respectivos locales de ventas de números y convirtió a reconocidos mafiosos en potentados que ocupan altas funciones en partidos políticos, en el Estado y en varios casos, en legisladores.
Esa mafia con poder económico y político, que hace leyes, bloquea disposiciones y decretos del Ejecutivo; tiene una década forjando la realidad de los juegos de azar que hoy podemos palpar.
Daño a la economía familar
Desde siempre los dominicanos han jugado dinero en busca de fortuna, ha sido parte de su cultura, aunque entonces el Estado los regulaba y perseguía aquellos no autorizados o ilegales. Desde 2004 la voracidad fiscal de las administraciones que se han sucedido autorizan alegremente cualquier juego que les provea cobrar impuestos fáciles sin reparar en el daño social que provocan.
Los juegos de azar con gran participación de público se inventaron para que unos pocos reciban un poco de lo que muchos apuestan, quedándose la mayoría de lo apostado la banca emisora. Los dominicanos acosados por la falta de empleos, bajos salarios, depreciación de la moneda y una alta inflación acumulada; recurren a los juegos de azar para incrementar sus ingresos, aumentando la pobreza en la economía familiar.
Iglesias
La cúpula de la Iglesia Católica, asociada al partido gobernante en los últimos tres periodos de gobierno ha actuado irresponsablemente al no enfrentar el flagelo de los juegos de azar, satisfecha con las partidas presupuestarias que les asignan, hace mutis mientras la miseria y la pobreza alcanzan al 43% de los dominicanos. Otras religiones de influencia han sido igualmente permisivas con los recientes gobiernos, como si les temieran al poder de los empresarios del juego.
Intereses, formación y un final tenebroso
Los intereses que se mueven alrededor de los juegos de azar implican movimientos multimillonarios de dinero donde solo ganan los dueños y el Estado. La decadencia de una sociedad se mide en la permisividad de sus autoridades hacia aquellas actividades que no se fundamenten en la educación familiar, preparación académica, educación sexual, la moral y cívica y la ética y la integridad.
Un Estado populista convertido en el mayor empleador de la nación con miles de vagos que cobran sin trabajar, con planes sociales que mantienen a más vagos, financiados con el endeudamiento irresponsable del país y que fomenta los juegos de azar, esa sociedad, no puede tener un final feliz.
Luis Del Monte / Desde La República Dominicana
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